Rebuscaba entre una montaña de cuadernos de la conocida marca que usaban Hemingway y Matisse. Quería, ¡necesitaba! el de gramaje alto. ¡Mierda! No estaba. Había docenas de cuadernos en la tienda y ninguno era el que buscaba. ¿Seguro? Gruñí como las locas que murmuran entre dientes, miré a ambos lados sospechosamente y le quité el plástico a un cuaderno para cercionarme de que no era. No era. Se lo quité a unos cuantos más, y a otros… hasta que el segurata se acercó a ver qué cojones hacía tanto rato metida detrás de unos cuadernos. Tengo mala suerte en las tiendas. Cuando no me confunden con una dependienta y me dan un pantalón de la talla 40 para que les lleve la 42, me ven como una choriza a punto de delinquir.
Después de sembrar el caos entre los cuadernos, cogí un libro cualquiera para disimular. Too fat, can´t fly, se titulaba. Parecía la voz de mi conciencia. No podía haber cogido el de Leyendas finlandesas, no. Estaba hecho polvo. Y encima en inglés. Le eché un vistazo al libro como si me interesara, mirando de reojo al segurata, que seguía con los brazos en jarras junto a los cuadernos. ¡Ey! De repente me interesó. ¡Salía un Superman obeso, y-y luchadores enmascarados, y-y-y el increíble hombre-pollo, y perros y gatos apalizándose!
En Too fat, can´t fly, de Yuko Kondo, hay ilustraciones coloristas, vitalistas y alienantes, tipos enmascarados, gente gorda, bocas llenas de dientes, y tres historietas cortas de superhéroes. El primero, un superhéroe bulímico; otro, el afamado hombre pollo; y el tercero, un Superman gordo y perezoso incapaz de salvar al mundo.
Con tanto chocolate llevo el mismo camino. Pero sin superpoderes. Too fat, can´t fly.
¡Buen día a todos!