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En Blanco

Se me va...

Otro día de memos

28 mayo, 2007 By Ana S. Palacín

Hace unos días, Fresus me endiñó un meme. Un meme es como el polígrafo, un invento del demonio para airear vergüenzas. Se trata de responder unas preguntas de la forma más salerosa posible y aparentar ser, dado que el meme en esta ocasión es artístico, un artista. Afortunadamente los memes no traen aparejado lo de «Si no envías el meme a cinco personas, perderás todos tus tebeos en un incendio excepto los de Masamune Shirow. Los chungos». Como no hay amenaza, me salto la parte del endose.

1. Muestra en un JPG de 400 x 300 píxeles parte de un proyecto inconcluso que te mueres por terminar.

Más que morirme por terminarlo, lo que ocurre es que me moriré antes de hacerlo. Durante la carrera me entró el gusanillo de dibujar. Derecho Penal aún resultaba entretenido, entre los homicidas, asesinos y las teorías del gen delincuente que nos espeluznaban a todos; pero las clases de Civil eran un tueste inimaginable, así que aprovechaba para leer tiras cómicas. En un momento de escasa lucidez, se me ocurrió perpetrar mis propias tiras cómicas o mas bien trágicas, protagonizadas por un pato resabiado llamado Platón cuyas desventuras en tres viñetas no me divertían ni a mí.

2. Nombra a tres artistas gráficos que te hayan influido notablemente en algún momento de tu vida.

Bill Watterson. ¿Qué cojones hago yo estudiando esta mierda? Eso era lo que me preguntaba mientras leía a hurtadillas las tiras de Calvin y Hobbes. ¡Qué vitalidad, qué alegría de vivir, qué coñazo era Derecho! Inspirada por Calvin y por Shoe, de Jeff McNelly, probé suerte con las tiras cómicas, descubriendo que el humor gráfico, como tantas otras cosas, no es lo mío. Tras un breve escarceo con el *carraspeo* *carraspeo* manga, decidí que era mejor lectora que dibujanta, y no volví a tocar un lápiz hasta que, años más tarde, me encontré con XCar de Malavida en la puerta de una iglesia. Por supuesto, he reincidido en el humor gráfico.

Robert Crumb. No sabía quién era ese señor hasta que un mozo al que quería impresionar me dijo que le gustaba Robert Crumb. – Oh sí, Robert Crumb. Está muy bien. Es un fénomeno- dije sin tener ni puñetera idea de quién era. Al día siguiente compré El gato Fritz y Mis problemas con las mujeres. ¡Qué cabrón Robert Crumb! Cómo dibuja, cómo entinta, cómo trama, cómo toca la bandurria.
Ahora a quien querría impresionar sería a él.

Charles Burns. Una noche soñé que nos casábamos. Es mi primer matrimonio, así que creo que ha influido notablemente en mi vida.

3. Describe brevemente tu forma habitual o método de trabajo.

Me siento delante de la hoja, la miro como la profesional que no soy, resoplo, me levanto a por un café; me vuelvo a sentar, remiro la página, resoplo de nuevo; me levanto a beber agua, me siento, resoplo; me levanto, me siento, resoplo… Así media docena de veces hasta que por fin me decido a coger la plumilla o el lápiz. Si lo que toca es entintar aún resoplo unas cuantas veces más.

4. Un truco, técnica o secreto profesional que puedas compartir aquí.

¿Truco? ¿Qué truco? ¡Si supiera alguno no haría las cosas así!

5. ¿Cuál es tu problema con el ordenador?

Lo que tengo es una suerte inmensa de que haya ordenadores para remediar mis zancochos…

6. Menciona y linkea a tres sitios o blogs que todo colega debería visitar.

¿Sólo tres? ¿Veis como este meme está hecho por alguien que pretende sembrar la discordia entre los comiqueros de las tontosfera?

Lo dicho, un invento infernal.

¡Buen día a todos!

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¡Cómo está el servicio!

16 mayo, 2007 By Ana S. Palacín

-Llama al curro y di que no voy – le dije a mi chacha filipina el lunes pasado mientras me daba la vuelta para seguir durmiendo.

¡Un momento! ¡Si yo no tengo chacha! Ni filipina, ni que se llame Mildred, ni de ningún tipo. Con lo que me gustaría… Que se llamase Mildred, digo.

Mi chacha resultó ser un delirio quieroynopuedo, producto de un fin de semana agazapada en posturas imposibles decapando puertas viejas a golpe de pistola térmica y espátula. Resulta que esa humareda negra no era buena cosa.

Con un dolor de cabeza digno de la peor de las resacas me acordé de cómo me jactaba: -A mí esto de decapar puertas es que me relaja una barbaridad. Una barbaridad… Valiente gilipollez. Todo el fin de semana rascando pintura vieja, aspirando efluvios venenosos y ahí estaba el resultado: una puerta vieja con peor aspecto que antes, contracturas hasta en el cogote, un tremendo colocón y una chacha filipina de mentiras.

Mi estado durante la semana osciló entre deplorable y lamentable, y por desgracia ya no volví a ver a la chacha filipina. Con la de cosas que tenía para mandarle. Iba de aquí para allá dando mucha pena, enfebrecida y rígida, como si me hubiesen metido un palo por el culo. Una mezcla entre la Dama de las Camelias y Robocop, que aunque en la película lo pinten muy ágil, como concepto de superpolicía es una mierda. La rigidez no facilita en absoluto hacer el bien. Ni ponerse las bragas. Y esto no se sabe hasta que no se vive, avezados lectores.

Aproveché mi languidez febril para leer tebeos: El circo del desaliento de Rubín, El rompenieves 2, Los pecados del padre, del hijo y del espíritu santo, historias de la guerra de los Balcanes contadas por un serbio que viaja en tres tebeos más que yo en toda mi vida, La Metamorfosis, Mariano en las Américas… Y lo que son las cosas de la fiebre y el malestar general, no me acuerdo de ninguno.
¡Buen día a todos!

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Pesadillas

4 mayo, 2007 By Ana S. Palacín

No, las de Otomo no, que ya tengo bastante con las mías. Esta vez no he soñado con ovejas como ocurrió mientras escribía aquel guión. Cuando ya me había librado de la ansiedad de ver a Ramón y sus ovejas subiendo y bajando del monte toda la puñetera noche, ahora me asaltan las supertetonas. Estaba cometiendo el error fatal de zampar a dos carrillos un cruasán, pero en sueños, que es cuando menos engordan, y viene Hulka a tocarme las narices, con su bañador de piscina cubierta.

-Toca, toca, está como una piedra – decía golpeándose el muslo. Y la verdad es que lo estaban.

-Eso es porque soy una superheroína – añadía muy ufana. No como tú, que eres una mediamierda, le faltaba decir.
Sí sí, pero que no hay huevos de venir a plena luz del día.

¡Buen día a todos!

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Verano rumboso

17 abril, 2007 By Ana S. Palacín

Desde que mi amigo vírico me prestó ayuda con la operación verano rumboso, sacando todo lo bueno y malo que tenía dentro y dejándome para los tigres, me veo algo más esbelta. Así que mi nuevo objetivo es levantar el mercado de la lechuga romana y hundir el del maléfico cruasán. Mientras pueda.

Las acuarelas son pura ciencia esotérica; necesitan de infinita paciencia y del pulso de otra persona que no sea yo. En esta primera acuarela, entre mis tembladeras, que empuño el pincel como un taladro percutor y que despellejo el papel de mala manera, me ha quedado una jeta entre Koolau el leproso y Zaplana. En fin, un sindiós. ¡Bendito Photoshop!

¡Buen día a todos!

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¿A qué estás esperando?

8 abril, 2007 By Ana S. Palacín

Menudas vacaciones pasadas por agua, amigos.

Cuando llueve, Zaragoza huele a col hervida y en los autobuses flota un tufillo a sobaco húmedo. Las visitas, aturdidas por la col, no perciben la magnificencia de El Pilar, ni las maravillas de La Seo y sus dieciséis aburridísimas capillas, ni a Fluvi, la mascota de la Expo, con lo que cunde. El palacio de La Aljafería también pierde mucho cuando el olor a col lo impregna todo. El rey Abu Ya’far Al-Muqtadir escribió unos versos muy inspirados sobre La Aljafería:

¡Oh Palacio de la Alegría!, ¡Oh Salón Dorado!
Gracias a vosotros llegué al colmo de mis deseos.
Y aunque en mi reino no tuviera otra cosa,
para mí sois todo lo que pudiera anhelar.

Seguro que ese día no olía a col.

¡Venga primavera! (Sunday Afternoons – Mutts, de Patrick McDonnell)

¡Buen día sin col a todos!

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Con amigos así

4 abril, 2007 By Ana S. Palacín

No estaba de parranda, no.

Después de tanto escupir al cielo hablando de gorduras, he encontrado este fin de semana, un amigo viral dispuesto a ayudarme, por las malas, con la operación bikini.

Yo, que siempre he soñado con la fama y la riqueza, me conformo ahora con una hamburguesa con patatas.

¡Buen día a todos!

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Los he tenido mejores

26 marzo, 2007 By Ana S. Palacín

Los días, digo.
¡Buen lunes a todos!

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La chica que se quemaba los brazos

16 marzo, 2007 By Ana S. Palacín

Anoche esperaba el autobús, con alguna cerveza de más y poca comida en el estómago. Era tarde y la mitad de los autobuses iban directos a cocheras. En la parada sólo había un par de personas. Fue entonces cuando apareció Lorenso, algo borracho y drogado, aunque menos de lo que quería aparentar. Le pegó una patada a la marquesina para sobresalto de los que esperabamos dentro y se apoyó indolentemente en un extremo. A mi lado. Yo puse los ojos en blanco e intenté mimetizarme con la marquesina. Dicen que si te concentras mucho en una cosa la puedes conseguir. Es mentira.

-¿A que no sabes qué estoy escuchando en el ipoz? -dijo tendiéndome los auriculares.

Ya tardaba. Y que siempre tenga que tocarme a mí… Me los puse. Los Ramones.

-Si no estuviera casado -le agradó que hubiera acertado- no sabes lo que te haría…

-Pues si yo fuera tu mujer y te viese llegar así a casa, te metía dos hostias – le dije mientras miraba implorante el final de la calle por si aparecía un taxi.

-Es que la Machús es navarra y las navarras son muy liberales -respondió – Pero bueno, que ahora está con sus padres. Yo soy extremeño.

Pasó otro autobús sin parar. Mecagoensusmuertosacaballo. Lorenso, el muy cabrón, se rió.

Me contó que se llamaba Lorenso, que había salido de fiesta, pero poco porque tenía que madrugar. Cuando habló de currar me mostró las manos callosas. Me explicó que iba drogado y por eso no podría saber de qué color tenía los ojos y que la Machus era muy buena tía.

-¿Por qué llevas una chapa de un smiley? – me preguntó. Cualquiera se ponía a hablarle de Watchmen.

-Es un smiley muerto – le dije por decir – ¿No ves la sangre?

-Anda sí. Mira a ver si sabes qué es esto -se animó remangándose el chaquetón y enseñando un brazo lleno de quemaduras de cigarro.

Me acordé de Eva, una vieja amiga que soñaba con ser escritora y se quemaba los brazos para sentir dolor. Eva creía que si no sabía lo que era el dolor, si no conseguía expresarlo, si no tenía una vida desgraciada, sería una escritora mediocre, porque los genios viven atormentados y ella no era más que una niña bien con una vida cómoda. Para ella no existía el talento innato sino el derivado de la tortura y el desgarro. Un día, sus desgarraduras y ella desaparecieron. Tal vez la encuentre un día en la contraportada de algún libro.

Cuando llegó mi autobús, me subí y Lorenso desde fuera, aún remangado, me dijo adiós con la mano. Le devolví el saludo. Suerte, Eva. Suerte, Lorenso.

¡Buen día a todos!

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El trabajo de Gwen

14 marzo, 2007 By Ana S. Palacín

No contenta con acecharme en los pasillos de la sección de perfumería del supermercado, Gwen extiende su vil garra sobre el sector textil. Sólo alguien tan perverso como ella podría ponerle a un minúsculo vestido de la talla 34, una etiqueta de mi talla, euh, digamos que algo superior. Pero poco. Y sólo alguien con nula capacidad espacial y tan optimista como yo pensaría que cabe dentro.

Una vida plagada de privaciones y apio ha pasado por delante de mis ojos mientras contemplaba mi reflejo michelinesco en el espejo. En fin, qué disgusto.

¡Buen día a todos!

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Esther vs. El club Eltingville

5 marzo, 2007 By Ana S. Palacín

¿Qué tebeo regalar a una amiga que no lee cómics más allá de los que perpetramos los malavideros?

Pensé que el tomo de Las nuevas aventuras de Esther era una buena opción. Tal vez mi amiga fuera fans de cría. ¿Qué chica no ha leído las románticas desventuras de Esther? ¿Quién no ha soñado con ligarse al desustanciao de Juanito? ¿Quién no ha querido parecerse a la lánguida Esther, con sus perpetuos lagrimones, o casi mejor a la golfa e irritante Rita? ¡Argh!
Ahí estaba yo, esperando pacientemente para pagar, rumiando lo mal que me caía Esther y recordando cómo sus tebeos me cerraron las puertas de la popularidad en el colegio. No fue por mis gafotas rosas de la Pantera Rosa (sigh), el aparato, o mis amplias posaderas. Todo fue culpa de Purita Campos.

En mi clase, hubo un tiempo en el que hacían furor la superpop y los cómics de Esther entre las chicas de tetas pujantes; las mismas que fumaban en el baño ¡con los chicos! y pasaban la tarde de los sábados haciendo algo tan constructivo y emocionante como subir y bajar en los ascensores del cortinglés. Todo esto mientras los pardillos leíamos mortadelos, tintines y asterises, sin comprender aún la complejidad de los consejos sexuales de la superpop. Como no elegimos a nuestra propia familia (ojalá), aún elegimos menos a los amigos de nuestros padres y, por ende, a su progenie. Así, por imposición paterna, pasé muchos largos y tediosos fines de semana en compañía de una de las chicas del ascensor, muy precoz, obsesionada con la dichosa Esther y sus amoríos y que vivía como si fueran propias las historias de Purita Campos. Una chica con una detestable voz nasal que repetía constantemente que «asteguix es paga gríos» para solaz mío. Para críos o no, siempre preferí a Astérix, entre otra cosas, porque el tal Juanito tenía cara de imbécil.

Como prefiero seguir ignorando si mi amiga era fans de Esther o si le gusta subir y bajar en ascensor, dejé en su sitio Las nuevas aventuras de Esther y le compré en su lugar You are here, de Kyle Baker, una historia preciosista y algo ñoña, pero que no me ha cerrado aún las puertas de nada.

También me llevé para disfrute personal El club Eltingville, de Evan Dorkin (Ed. La Cúpula), que cuenta las aventuras de cuatro frikis aficionados a los cómics, la fantasía, la ciencia ficción y el terror. Unos chalados que tan pronto queman el Toysarás, como se tragan un maratón de 36 horas de La dimensión desconocida. Mucho mejor que hacer el gilipollas en los ascensores, dónde vamos a parar.

¡Buen día a todos!

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