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En Blanco

Se me va...

Día de memos

27 febrero, 2007 By Ana S. Palacín

El abrazazante amigo Franchu me pasó el otro día el testigo de un meme. Los memes son inventos del mismísimo satanás que sirven para airear las miserias de uno mismo a lo largo y ancho de la tontosfera. Bueno, las miserias de algunos, porque otros saldrían victoriosos y revestidos de intelectualidad hasta de un meme de cacas y pedos.

En este meme, por suerte para mí y para vosotros, no hay que hablar de cacas y pedos. Es tan sencillo como mostrar la foto que tengo de fondo de pantalla y contar por qué la tengo. Una buena oportunidad para demostrar lo moderna de mierda e intelectual que soy: – Esta es la foto que adorna mi escritorio, amigos lectores. Me recuerda las maravillas de mi profesión, al mismo tiempo que me inspira para seguir trabajando en pos de la más absoluta y canónica de las bellezas…

Quedaría muy cool si no fuera mentira gorda, claro. La imagen de abajo es una captura de mis dos monitores: el pequeño para paletas y testeos varios y el grande para las aplicaciones. Mi escritorio es una suerte de caótico trastero donde voy dejando todos los archivos, propuestas y cambios que me envían por correo y que limpio de pascuas a ramos.

Pero no siempre fue así.

Una vez tuve como fondo de escritorio un gatito azul de mirada suplicante y desvalida. Qué mono era. Después de verlo a todas horas durante varios meses, estaba segura de que el puñetero gato, aparte de ser bizco, reflejaba en sus ojos toda la maldad del orbe, y que era la versión felina del infernal Cancerbero. Los gatitos me parecían unos bichejos repugnantes a exteminar.
Por el bien de la raza gatuna me deshice de la foto y puse, en su lugar, una moñaca con un generoso canalillo. La había dibujado yo, cuando *carraspeo* me gustaba el manga, en un tiempo pasado, oscuro e inenarrable. ¡Qué arte! ¡Qué voluptuosidad! No habían pasado ni dos meses y ya me caía gorda. ¡Qué cabrona, menudas tetas! Antes de coger manía a todas las chicas tetonas, decidí quitar el dibujo. Demasiado tarde.

¡Buen día a todos, menos a las tías tetonas!

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Ay Manolete, si no sabes programar…

23 febrero, 2007 By Ana S. Palacín

Ya que no hay trazas de que mis planes para conquistar el mundo o, en su defecto, Zaragoza, vayan a cumplirse a medio plazo, he decidido apuntarme a un curso online de php, que si bien no me otorga poder absoluto, al menos me permitirá hablar de tú a tú con los programadores y quién sabe si ¡hasta prescindir de ellos! Me imaginaba investida de una nueva autoridad, de una profunda sabiduría, programando complicadas aplicaciones que sacarían los colores a los más veteranos profesionales…
Tras una semana atascada en el primer tema del curso, titulado «Introducción», ya he olvidado mis perversos planes de prescindir de los programadores, esos entrañables y entregados compañeros de trabajo. A alguien tendré que dar la turra para que me ayude. Digo yo. Y luego, ya si eso, prescindimos…
¡Buen día a todos!

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¡Valiente San Valentín!

14 febrero, 2007 By Ana S. Palacín

Me repugna el día de San Valentín. El centro de la ciudad se colapsa de escaparates profusamente decorados con corazones y sólo se escucha: «si la quieres regálale esto o aquello». Y «esto o aquello» es caro de la hostia. Ayer, al salir de trabajar tuve que esquivar a varias señoras encopetadas y ociosas que miraban atontadas los escaparates de las joyerías y las boutiques, mientras sus perritos meaban en las esquinas.

Al llegar a mi barrio se acaba la decoración sanvalentiniana y empiezan las ferreterías, las mercerías, los tacién, las barras americanas, los chinos y las cacas de perro.
A mi lado caminaba un señor de mediana edad, vecino del barrio, más pulcro y arreglado que de costumbre, con una chaqueta raída algo pasada de moda y unos zapatos gastados. En la mano llevaba con exquisito cuidado una única rosa, demasiado abierta y oscura para ser fresca, adornada con mucho «verde» y envuelta con papel de floristería con su correspondiente lazo. Anduvimos juntos un rato, hombro con hombro, hasta que torció la esquina con los ojos brillantes y los nervios contenidos del que guarda, a duras penas, una sorpresa inesperada.

Ayer, caminando por mi barrio lleno de ferreterías y cacas de perro, sentí un poco de envidia.

¡Buen día a todos!

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¡Maldita plumilla!

5 febrero, 2007 By Ana S. Palacín

Resulta que no es tan molón ni tan bohemio vivir en el desorden cuando hay tinteros y plumillas por medio. Viendo al extravagante Alan Moore con sus pelos por y en la cara, uno se imagina su mesa de trabajo como el acabose del desbarajuste; plagada de libros, papelotes, latas vacías y colillas.

Así entintaba anoche, en una mesa llena de pinceles guarros, botes de agua y plumillas desperdigadas; sintiéndome una dibujante profesional, bohemia y talentosa, sin saber que aquello era una trampa demoníaca y quién sabe si mortal.
Al clavarme en el dedo índice la plumilla más afilada, la de tramar, organizando el consiguiente zancocho con la tinta, me vino a la cabeza una serie de televisión de hace bastantes años llamada Misterio para tres (traducción entre espantosa y risible de Friday the 13th: the series). Trataba de unos mozos que heredaban la tienda de antigüedades de su difunto tío. Su tío, un as de los negocios, había hecho un pacto con el diablo en virtud del cual todos los objetos de la tienda estaban malditos y daban poder, fama o talento a sus compradores. A cambio de sangre y muerte, claro. Así que la pareja protagonista, ayudada por un experto ocultista, tenían que ir encontrando amuletos, monedas, relojes, muñecas, estilográficas y demás objetos vendidos por su malvado tío antes de que los compradores los usaran. Y creo recordar que casi siempre llegaban tarde…

Con semejantes pensamientos y mirando de reojo la dichosa plumilla, aún dudé un buen rato de si se trataba de una plumilla maldita o una simple maldita plumilla.

¡Buen día a todos!

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Tienes que ser de los buenos, porque ya hay demasiados malos

24 enero, 2007 By Ana S. Palacín

Desde pequeños nos intentan inculcar el valor moral de la bondad. – Si no eres buena -decía mi abuela – vendrá el hombre del saco y se te llevará. El hombre del saco, del que sólo se sabe que tenía un saco, debía de ser el colmo de la maldad. Estaba claro que algo turbio había en lo de «ser bueno» cuando mi abuela recurría al chantaje y al miedo.

En el colegio descubres que ser bueno sólo tiene inconvenientes, y que el hombre del saco no existe, porque si existiese no daría abasto con tanto gamberro campando a sus anchas y saliéndose con la suya. En la adolescencia, en el caso de las mujeres, no vemos el atractivo en los bondadosos pardillos, y perdemos el culo por los cabrones con pintas. Durante todo este tiempo los buenos chicos y las buenas chicas sólo se han ganado capirotazos en la cabeza, chicles pegados en el pelo, algún mote degradante, y por supuesto, no comerse un rosco. La «jungla laboral» tampoco es el medio idóneo para ejercer la bondad. -O comes o se te comen– me avisaron una vez. Jeeesús.

Con semejante panorama, los panolis que nos creímos de críos aquello del hombre del saco y que somos de natural buena gente, sólo podemos soñar con la dulce maldad. Y es que, tanto en la ficción como en la vida real, los malos gozan de un carisma y un atractivo que ya les gustaría a los buenos. Y en el fondo, todos queremos jugar a ser el malo, aunque sea de mentiras.

Hace algunos años participé en un juego de rol, en el que casi hubo tortas por el papel estelar de villano. El organizador, temiendo por su integridad, acabó sorteando el dichoso papel y dejándonos al resto de jugadores la posibilidad de elegir bando. Se respiraba maldad en el ambiente. Aquello iba a ser peor que Newcastle. Ya que a mí no me había tocado el papelón de antagonista, decidí vender mi alma al mal a la primera de cambio. No podía desaprovechar mi perfecta caracterización de pérfida villana: una mezcla entre la lola se va a los puertos y los burdeles de paprika. Hoy en día me pondría una toga para hacer de mala, pero por aquel entonces, la imagen que yo tenía de una mujer mala, era más bien la de una mala mujer.
La premisa del juego consistía en que el mal se avecinaba (¡oh!) personificado en el suertudo jugador (¡maldito!), y para evitar dicho advenimiento (¿quién quería evitarlo?), teníamos que encontrar la daga de la verdad, es decir, un cuchillo romo, de los de untar, y un espejo de baño. Después debíamos soltar una parrafada ante el malo esgrimiendo las dos cosas. Ninguno prestamos mucha atención a la parrafada que iba a salvar el mundo. ¿Para qué? Mientras esperaba a que el mal me tentara, encontré, sin demasiado esfuerzo, tanto el cuchillo como el espejo. Tenía en mis manos la oportunidad de alinearme en el bando del hombre del saco, en el de los morbosos atractivos, pero entonces me acordé de John Wayne diciéndole al predicador de mis amores: «Hijo, tienes que ser de los buenos, porque ya hay demasiados malos». Y era verdad.

Así salvé al mundo. Una de las veces.

¡Buen día a todos!

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Compadre cómpreme un coco

17 enero, 2007 By Ana S. Palacín

Se me había metido en esta cabezota de pedernal que tengo, el tema de comprar un dominio. Visto que enblanco punto algonormal no podía ser, las opciones se reducían a dominios de un sinfín de países de los cuales no soy nacional, o a otros más comunes como el .info, el .tv, el .fm y el .cc. Más comunes, digo, si eres Iñaki Gabilondo o Jordi Estadella, porque lo mío no es precisamente informar, ni hablar en la radio, ni salir por la tele con el desparpajo de algunos integrantes de Malavida por aquí y por allá.

El .cc, parecía fácil de recordar, con reminiscencias a simpáticos sonidos de la infancia como caca, coco, cuco, cucu y al menos simpático compadre, cómpreme un coco, que junto con los tristes tigres hicieron de mi preescolar una odisea.

Me hubiese gustado deciros, a los aficionados a los cómics, que .cc es el dominio del Condado de Coconino (Arizona), un lugar lleno de cactus, cárceles de una celda, gatos enamorados y ratones con una afición tan desmedida por el ladrillo que lo mismo podían ser españoles. 

A los lectores no aficionados a los tebeos, les contaría que el dominio .cc pertenece a una islas paradisíacas perdidas en el Índico llamadas Islas Cocos. Que para llegar allí desde España hay que desembolsar de 2000 a 7000 euros, viajar a Singapur, luego a Perth (Australia) y finalmente a Cocos en un avión bananero, con un cuerpo que no veas después de tanto trajín. Les podría explicar  que no hay ni 700 habitantes en las islas y que a pesar de ser un popurrí de malayos y papúes, se habla en inglés. Que hace muchos años, llegó a las islas un tipo inglés y, con dos cojones, decidió que eran suyas. Cocos Keeling IslandsQue fueron escenario de una de las primeras batallas navales de la Primera Guerra Mundial, la Batalla de Cocos, en la que, sin embargo, tiraban con bala. Les podría avisar, no vaya a estar haciendo las maletas algún lector impetuoso, de que recomiendan llevar poca ropa y comida que a uno le guste, dada la escasa variedad culinaria: cocos, cocos, peces y cocos. Que se puede pasear por los atolones, hacer todo tipo de deportes acuáticos y bucear en uno de los arrecifes de coral mejor conservados de la tierra, amén de ver tortugas sacando la cabeza del agua, un entretenimiento como cualquier otro.

A día de hoy, aún no he decidido si prefiero la magia de Herriman en papel o sentarme bajo una palmera, cóctel de coco en mano, y ver cómo asoman la cabeza las tortugas. Compadre cómpreme un coco…

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Aprende una profesión con ¿futuro?

16 enero, 2007 By Ana S. Palacín

Quien me conoce sabe lo que me cuesta llevar a cabo cualquier cambio insignificante y el apego que le tengo a todo, sea animado o inanimado, un cardo, un papelote, o en este caso, un bloff. Si tuviera el espacio suficiente, lo guardaría todo y no tiraría ni cambiaría nada jamás. De vieja estoy abocada al más absoluto y caótico diogenismo. Un día, hace cosa de un mes, Mortadelón me preguntó intrigado:

-Oye, Iru, ¿te pagan mucho por la publicidad de tu blog? Lo digo porque es un horror y muy molesta.

-¿Pagar? ¿Publicidad?

Y es que una anda por su bloff como administradora, en bata y zapatillas, con el utilísimo adblock instalado en el navegador para evitar insidiosos anuncios, y no se entera de que los usuarios tienen que tragarse una publicidad infecta, enorme y con un sonido que ni el chenchorraun de los cines. Son los inconvenientes de la gratuidad. Tras recibir varios correos con quejas similares, decidí comprobar, de primera mano, cuán cansina era la dichosa publicidad. Y he aquí lo que encontré:

El primer anuncio que apareció, decía algo así como: "Aprenda una profesión con futuro: diseñador gráfico". Será con un futuro incierto, digo yo. Profesiones con futuro son las de piloto, fontanero, cerrajero, buceador en una plataforma petrolífera… pero diseñador, ni para pipas, oiga. Claro que es mucho mas cool anunciar un curso de diseño gráfico que algo del tipo: "Aprenda una profesion con futuro: estibador portuario". Las cosas como son.

Después me tropecé con un anuncio que ofrecía vuelos a Roma y Londres a precios de risa. Lamentablemente el sueldo de diseñador gráfico, aficionado a los cómics y completista, sólo da para llegar a Roma y sentarse en un bordillo a mirar como el fontanero tira billetes de diez euros a la Fontana de Trevi.

Por si el recochineo y la triste realidad de los anteriores anuncios no bastasen, aún saltó un tercer anuncio que rezaba: ¿Conoce la nueva hipoteca joven? Pues no, no la conozco. Y al paso que voy no la conoceré jamás, en primer lugar, porque no sé si entro ya en la categoría de joven y en segundo, porque soy diseñadora gráfica, que no olvidemos que es una profesión con futuro.

Como las Navidades estaban al caer, gran parte de los anuncios publicitaban, a todo trapo y a una resolución bestial, espeluznantes tonos, politonos y sonitonos de villancicos interpretados por los chicos del maíz. Yo me pregunto quién será el tarado que se pone como tono en el móvil el villancico de la mula rin rin. Pero la gota que colmó el vaso fue el escandaloso politono de un presunto cantante de pelos de caniche, cuyo nombre obviaré por si esto se llena de adolescentes furibundas. Al quinto "quién me iba a deciiiiir", puse de nuevo el adblock y empecé con la mudanza del bloff, porque una cosa es tener apego a todo, y otra muy distinta, el sadismo para con mis semejantes.

Nos vemos en www.enblanco.cc

PD: Gracias, Javi, por el alojamiento y por tu inestimable ayuda y a Gus porque sin él, la base de datos aún seguiría en cirílico.

¡Buen día a todos! 

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Hoy: Pin-ups cachondonas

13 enero, 2007 By Ana S. Palacín

Por suerte o por desgracia cada vez somos más los malavideros con bloff. El último en incorporarse ha sido Moratha con una bitácora de pin-ups dibujadas por él, tremendísimas y con unas tetas de infarto. Me ha dado tanta envidia (las pin-ups y las tetas) que he decidido copiar/homenajear/taquionear una de ellas con estas manicas y el talento que diso me ha dado. Yo creo que han quedado igualicas. ¡Tiembla Moratha! Más señoritas estupendas allí.

¡Buen día a todos y a ver quién encuentra las diferencias!

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Los excesos navideños de Wonder Woman

8 enero, 2007 By Ana S. Palacín

Si es que no escarmentamos. Todos los años la misma historia. En diciembre, los distintos medios nos advierten que vamos a engordar una media de tres kilos en Navidad y que necesitaremos cuatro meses para sacarnos los polvorones, el turrón y las cigalas del culo… o de donde se nos hayan enquistado. Hacen una lista con las calorías que tiene un mazapán, un alfajor y los hojaldres de Astorga. Para amedrentarnos. Malditos agoreros aguafiestas. No conocen a mi madre…

Wonder CowSi en circunstancias normales ya es complicado mantener la línea para no pasar de perita en dulce a pera conferencia, rica pero poco agraciada, en Navidades es imposible desde el momento en que todo se celebra zampando. Atracón con amigos que ves a menudo, con algunos que ves menos, con otros que casi no ves, con compañeros, excompañeros y sobre todo, comidas familiares de "menuses" interminables y ulterior indigestión.

El colmo ha sido encontrar semejante sorpresa en el roscón de reyes. ¿Indirecta, amenaza, o frustrante realidad? No obstante, es un consuelo saber que ni las superheroínas se salvan de las ominosas estadísticas.

¡Buen día a todos! 

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¡Leves y breves fiestas a todos!

29 diciembre, 2006 By Ana S. Palacín

Cada fin de año, como traca final de fiestas, por si no fuera suficiente con los incómodos compromisos familiares y laborales, tenemos la insana costumbre de hacer balance del año que termina y plantearnos nuevos (y hasta buenos) propósitos para el año que empieza. Como enumerar aciertos o errores pasados o listar compromisos futuros es una fútil manera de perder el tiempo, por mi parte, me contento con mirarme en el espejo y no descubrir el reflejo de alguien que no me gustaría en absoluto ser.

¡Buen día a todos! 

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