Os animo a que participéis en el sorteo de 5 ejemplares firmados (intentaremos que el autor no esté demasiado borracho) del nuevo tebeo que acabamos de publicar, Soporman vs. el asombrado Stupiderman. Por si no tenía bastante con lo suyo nuestro alelado protagonista, tiene que venir Superm, digooo, Soporman a tocar los cojones. Ahí es nada.
¡Buena suerte, y buen día a todos!
Con una mano delante y otra detrás
Así vuelvo después de unos días de vacaciones por tierras noruegas, donde la gente es amabilísima, rubicunda, de nariz pequeña y come pan a rabiar. Nos hemos mojado día sí y día también, comprobando que unos arrastrados pantalones de campana no son el atuendo más adecuado para casi nada; hemos tomado café y deliciosas tartas rodeados de viejas en rastrillos de cosas igualmente viejas; hemos confundido librerías cristianas con tiendas de cómics; hemos conocido, afortunadamente no de primera mano, las hazañas de los héroes de Telemark, y, desafortunadamente de segunda mano, las aventuras del «miguel de la cuadra salcedo» noruego, Thor Heyerdahl; hemos participado, sin saberlo, en manifestaciones en contra de la UE a ritmo de With or without you; hemos hablado de arte y de aburridas pajillerías; he leído Espinas, de Silverberg, al calor de una chimenea en lo alto de una montaña en Rjukan; los lloros de un niño han terminado por escacharrar mi reloj biológico (si es que alguna vez lo tuve), y, sin embargo, mi reloj universitario ha echado a andar otra vez.
Ahora toca retomar el pulso del puñetero libro que me aguarda en la oficina y que está adquiriendo cariz de castigo divino, a la altura del pajarraco que le comía las tripas a Prometeo o el canto rodado (y tan rodado) de Sísifo. Y sobre todo, con muchísimo agrado, tengo ganas de ver qué ha sido de la tontosfera y de vosotros estos días.
¡Buen día a todos!
Soy un buitre leonado de cuidado (Jornadas del Cómic de Avilés)
Lamentablemente yo no soy ninguna buitresa leonada ni de ningún tipo, así que de Avilés he vuelto con lo puesto y por los pelos, porque ¡joder! qué bien se come en tierras asturianas. No sé qué me impactó más, si la abundancia de autores o los choricillos a la sidra. Creo que esto último. Los autores más que verlos, se intuían allá donde hubiese una marabunta de gente con cuadernos. Nadie quería quedarse sin su dibujo. Daba igual quién fuese el autor o qué cojones dibujase, porque mientras tuviese un lápiz en la mano no le iban a faltar moscones. Así como el acoso a los autores me resultaba indiferente o incluso desagradable, las charlas informales de la carpa, donde un imponente Hulk de diez metros recibía a los visitantes, me gustaron mucho. Qué coño, me gustaron a rabiar. Acodados en la barra del bar o sentados en las mesas, pudimos escuchar, birra tras birra, las anécdotas de Miguelantxo Prado, David Rubín, José Domingo de Barsowia (¿dónde demonios se consigue en Zaragoza?), Norman, Yesus, Ángel de la Calle, Pere Pérez, o a Kenny Ruiz quejándose amargamente de la piratería que le quita el pan a sus hijos.
En esta carpa abierta día y noche, venciendo mi lastrante timidez, pude conversar con Philippe Dupuy en una mezcla de franchutenglis que me hizo desear haber sacado más partido de las clases de gabacho. Dupuy es un hombre hablador y risueño que al ver el Malavida especial México Lindo (ya me costó dárselo, ya) abrió unos ojos como platos y me explicó que había estado unas semanas en Tijuana para hacer un reportaje (creo) y que las cantinas estaban llenas de transexuales y prostitutas. Y si no dijo eso, fue lo que mi malsana cabeza tradujo. También me habló de un cómic que le había firmado aquella tarde a un muchacho y en el que había una historieta de luchadores mexicanos. Y hete aquí que apareció el muchacho en cuestión, que no era otro que David Rubín ¡el agarrrrrrrotador de pinreles! (léase con la voz de Héctor del Mar). Susto gordo pero ni calambres ni agarrotamientos. Y así, gracias a Dupuy, que con el cómic en las rodillas relataba cada viñeta de su historieta de los luchadores, conocí a David Rubín, un tipo la mar de majo y accesible que lo mismo le daba a las birras que a los cubatas, y a José Domingo, un talentazo del bizarrismo. Otros autores de los que era imposible no hacerse fans son Ventura, con esa peculiar visita guiada que hizo de su propia exposición (y porque se parece a Michael Ende y eso siempre mola) y Sagar, quien ganó el premio al autor más gambitero durmiendo una media de cuatro horas durante toda la semana y (claro) luego no dio todo lo que debía en el partidillo de fútbol, en el que el equipo friki demostró que cazando dibujos no hay quien les gane, pero balones mediante son unos maulas.
No sé si repetiré visita a las jornadas, pero a Asturias, a comer choricillos a la sidra, seguro.
¡Buen día a todos!
(El título de la entrada parafrasea una canción de Los -irreverentes- Gandules)
Avilés: autores y calambres
El año pasado, Carmen, una amiga lectora de cómics, residente en Gijón, guapa, simpática y con todas las virtudes que cualquier comiquero podría desear, nos puso los dientes largos contándonos sus aventuras durante las Jornadas del Cómic de Avilés con Al Barrionuevo, Phil Jiménez y muchos más. Aventuras que fui incapaz de emular en Getxo o en Barcelona bien porque me tropiezo con los autores en el momento más indecoroso e indigno posible, bien porque la cercanía de un autor saca la tartamuda que hay en mí, me agarrota el dedo gordo del pie y me priva de cualquier gracia que no sea la de ¡mira a esa tía qué risa!
Este año, entre otras cosas, será Carmen quien recoja a los autores (¡afortunados ellos!) y quien aguante a todos sus colegas que, envidiosos de sus relatos, acudimos a Avilés en tropel.
Sólo se oyen alabanzas acerca de las Jornadas del Cómic de Avilés, pero no sé muy bien qué se hace allí, acostumbrada como estoy a emborracharme en un stand y a increpar a los visitantes. Unos, desconocedores de mi timidez, dicen que pida dibujos a los autores; otros, algo más realistas, que los emborrache y de paso me emborrache yo; y los más prácticos, que mejore mi inglés hablando con ellos. Entonces rememoro mis hazañas y me acojono: me veo tartamudeando en vergonzante inglés, añugada, agarrotada hasta el tuétano y, para colmo, felicísima de ser mujer.
De cualquier manera, tartamuda, ebria, o desempolvando el viejo diccionario de inglés, estoy deseando ir.
¡Buen día a todos!
¡No te copies!
Aprovechando que estos días ando coja, me he acordado de las largas y tediosas noches que pasé en el hospital cuando era niña y de las que ya he hablado en alguna ocasión.
Aparte de las singulares abuelas traumadas y rocandoras que ocuparon la cama vecina a la mía, tuve la suerte de compartir habitación con una chica poco más mayor que yo que dibujaba como los ángeles. Mientras yo copieteba candycandys, ella se atrevía a copiar dibujos de ¡álbumes de cromos! Sin poder caminar, las dos niñas tullidas pasábamos dibujando gran parte del día. Cuando dejó el hospital para correr, saltar y ser una niña normal, me regaló su mejor dibujo, el de la ardilla Purpur. A mí me dio una envidia tremenda lo bien hecho que estaba, sin salirse de las líneas, en comparación con las birrias que yo perpetraba… y me lo apropié. Firmé a lápiz su dibujo y me convertí en la flamante autora revelación de la ardilla Purpur. ¿Quién podría decir que no lo había hecho yo? Los mayores alababan lo bonito que era el dibujo (qué queréis, a los niños se les admira todo). Pero, había un problema: el dibujo no era mío, sino de Elena (o Eva, o Pilar, o Begoña). Tener un dibujo tan bonito firmado por mí no me hacía sentir bien precisamente. Ni una artista. Más bien al contrario. Hasta me parecía leer la palabra usurpadora en en los ojos de la ardilla Purpur. Me acordaba de Elena (o Eva, o Pilar, o Begoña) encorvada, como yo, sobre la mesa de las comidas, tratando de evitar que los lápices rodaran al suelo donde ninguna de las dos podíamos cogerlos, y pintando sin parar hasta que se quedaba la habitación a oscuras. Borré mi firma y escribí: De una amiga del hospital.
Desde entonces aborrezco a los que copian, imitan o se apropian del trabajo de los demás. Qué más dará ser mediocre, con los que somos…
Y qué coño, tampoco eran tan feas mis candycandys.
¡Buen día a todos!
Cinco sin sacarla
Ante la próxima publicación del Cinco sin sacarla, un cómic guarreras que completará la trilogía encabezada por El Pichabrava y continuada por El Chocholoco (Editorial Cornoque) es inevitable compartir «hazañas» (por llamarlas de algún modo) sexuales en las reuniones malavideras. ¿Quién no ha compartido unos duros con un colega para comprar una revista guarra a medias? ¿Quién no se ha masturbado compartiendo lecho con su primo? ¿O en una cama pegada a la de su abuela? ¿Quién no se ha satisfecho con el Diez minutos, con el Lecturas o con el Hola? ¿Quién no ha intentado batir su propio record de pajas? Y sobre todo… ¿quién no se va de la lengua borracho?
¡Buen día a todos!
Who wants to be a superhero? (episodio 4)
La desidia, el engorroso trabajo diario, arrollar viejas impunemente con el coche de la autoescuela, este extraño agosto que parece obra del villanesco Capitán Frío y la más absoluta vagancia me impiden disfrutar plenamente de esta temporada de Who wants to be a superhero? Eso y que este año está siendo bastante aburrido a pesar de que el programa cuenta con más medios técnicos y la estupenda caracterización de unos villanos muy persistentes y tan cachondos como el Mamporrero de la anterior edición. Lo que ocurre, como en todas las segundas partes de cualquier reality, es que los concursantes vienen resabiados la edición anterior y, perdida la naturalidad, todas las actuaciones superheroicas parecen meras poses y ellos simples actores. La ingenuidad con la que ignoraban al prójimo necesitado el año pasado o las desastrosas pruebas no tienen cabida este año.
Unos concursantes son más lloricas, otros más piadosos, otros taxativos, pero todos, absolutamente todos, son asquerosamente heroicos. Y los malditos superhéroes bondadosos terminan aburriendo. Pero ya les cazará Stan Lee. Menudo es. Nada se escapa a ese viejito en apariencia afable pero ¡¡mplacable! en la búsqueda del superhéroe definitivo. Ahí es nada….
De martes…
y aún estoy esperando que algún abnegado enanito nocturno escriba por mí el dichoso libro –«en tono poético, ¿me entiendes?-lo que diga el cliente- como los libros de verdad»- que me trae de cabeza, lo maquete y termine unos diseños para que pueda irme de vacaciones. Y que me traiga un lingotazo, qué caramba.
[Rocky: La venganza; de Martin Kellerman (Ed. La Cúpula) . Mis 12 euros mejor invertidos últimamente]
¡Buen día a todos!
Who wants to be a superhero? (episodio 3)
Esta semana los aspirantes a superhéroe demostrarán si realmente son superhéroes, vulgares adláteres, unos mindundis o unos tarados del tres al cuarto y se enfrentarán a una desagradable sorpresa en las nominaciones……
Un listo
El autobús se detuvo en una parada en la que no subió nadie. Una mujer negra, rechoncha, culona y algo patizamba, corría metros atrás taconeando con sus sandalias doradas y haciendo afectados aspavientos al conductor para que la esperase. El conductor la miró por el espejo retrovisor, cerró la puerta y arrancó ostentosamente con un burlón rechinar de ruedas cuando la mujer acababa de alcanzar la puerta del autobús. La mujer negra pronto quedó lejos, derrengada, con los brazos caídos y el bolso, también dorado, colgando de la mano.
Varias paradas más tarde, una guapa joven negra, con unas piernas de quitar el hipo, corría a duras penas detrás del autobús. La falda algo subida, los pechos bamboleantes bajo la blusa, una carpeta a rebosar de apuntes, las sandalias de tacón vertiginoso trabándose entre sí… Mientras el conductor detenía el autobús y esperaba pacientemente, con la puerta abierta, a que subiera la chica, alguien exclamó en voz alta lo que todos pensábamos: «-Joder, ¡qué listo!»
La próxima vez que esté perdiendo el autobús, en lugar de apretar a correr y acabar suplicando en la puerta sofocada, congestionada y con el sesapil por los suelos, me remangaré las perneras como si fuera a regar, a ver si luciendo pantorrilla consigo que el conductor me espere. ¡Diginidad y compostura! Que en agosto, con la frecuencia de los autobuses maños, está la cosa como para perderlos.
¡Buen día a todos!