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En Blanco

Malavida número 1

12 febrero, 2010 By Ana S. Palacín

No hay mejor motivo para  intentar retomar este espacio que anunciar que, gracias a XCar que está en plan arqueólogo malavidero, ya se puede leer online el número 1 de Malavida. Así empezó todo: los cómics, los amigotes, las borracheras, los viajes, los salones… Y además con un tema que está de plena actualidad, la cola del paro, donde vamos a acabar todos a este paso.  Los dibujantes: el incombustible XCar cuando aún firmaba con Car 99 (nombre que tenía los días contados), MJWander con su segunda historieta del Matarratas (la primera permanece inédita y a buen recaudo), Santi Jurado y Miguel Ángel Monreal. Yo aún no los conocía y por eso todavía leía las etiquetas del champú en el váter…

¡Buen día a todos!

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A medias

22 abril, 2009 By Ana S. Palacín

Terminé Derecho como muchos terminamos las pelis que nos llevan a ver obligados y resultan ser una mierda, los libros aburridos,  o los cómics mal escogidos que cuestan un dineral, es decir, rezongando a posteriori, echando pestes y clamando al cielo por las perricas gastadas y el tiempo consumido.

Ahora  he vuelto a la Universidad a estudiar una cosa de esas raras del Plan Bolonia. A pesar del  curro, de los lepismas y las bolisas haciéndose fuertes en casa, los exámenes, los dichosos ensayos y la pila sin leer de tebeos y de libros de ciencia ficción, no puedo ni rezongar ni echar pestes de nada, porque por fin,  la peli que he elegido ha resultado ser de las buenas. No como el libro de Hija de Marte, de Heinlein, que lleva cogiendo polvo desde septiembre. Y es que Heinlein no cuela como niña de trece años. Como señor de mirada inquietante, vale, pero como adolescente marciana… pues no.

¡Buen día a todos!

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Érase una vez…

7 noviembre, 2008 By Ana S. Palacín

Érase una vez, hace ya unos cuantos años, dos amigos que hablaban de cosas de niños. De tebeos, vamos. Él le contaba a ella el último cómic que había leído, en el que salían un sinfín de personajes de cuentos y leyendas: el Lobo Feroz, Blancanieves, los tres cerditos, la Bella y la Bestia… y hasta el macaco del Mago de Oz. «-¡Valiente chorrada!»- dijo ella que siempre había sido underground, pero de palo. Y es que la historia, así contada, no había por dónde cogerla. Si ya todo el mundo parecía creer que los cómics eran para niños, uno en el que saliera la Bella Durmiente era el colmo. ¡Adónde íbamos a ir a parar!

Quiso el destino que, en virtud de un hechizo, él se convirtiese en un yogur caducado en una nevera la mar de concurrida, y que ella, en su alcóhólico devenir, tropezase con muchos otros aficionados a los tebeos a quienes la historia de Blancanieves, su hermana y la madre que las parió a las dos y tan ancha se quedó, les había enganchado. Algunos hasta borrachos impenitentes y con un gusto exquisito para los cómics. Así pues, comenzó a leer uno tras otro los tomos de Fábulas, al principio algo renuente, y después con esa compulsión que sólo se tiene comiendo pipas. Y jugando al futbolín. O bebiendo cerveza. O leyendo libros de zombis. Bueno, con la compulsión que se tiene haciendo cualquier cosa que no sean abdominales.

Aunque el tono de Fábulas es por lo general amable y bemolado, se cuentan trágicos sucesos y sacrificios heroicos que a mí me han puesto el corazón en un puño. No tiene mucho mérito porque a mí los sacrificios heroicos me emocionan enormemente. Da igual si son en Independence Day, en 13 fantasmas o en aquella peli del volcán en la que una abuela empujaba la barca de sus nietos por un río de lava mientras se iba derritiendo a cada paso. La abuela. La cosa es que después tantas aventuras, tanta intriga, ¡del asedio al Último Castillo!, de tantas fábulas criando malvas, de conocer la identidad del Adversario… *SPOILER* llega la boda y… ¡valiente chorrada! Que no pegan, que no. Con taitantos hijos más el otro invisible que mató al corderito de «Mary tiene un corderito, un corderito, un corderito». Que no, que no.

Que no.

¡Buen día a todos!

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Chamanismo

22 octubre, 2008 By Ana S. Palacín

Internet es una suerte de chamanismo moderno sólo que no tratas de comunicarte con los espíritus sino con un ente llamado servidor, ubicado en las islas Cocos o vaya usted a saber dónde (si es que existe realmente), para que haga algo.  Lo que sea. Llegado a un punto sólo deseas que se manifieste, para bien o para mal. Y casi siempre es para mal. En lugar de tocar tambores para lograr un estado alterado de la conciencia, lo que terminas aporreando es el monitor con la conciencia alterada pero de verdad. Y en vez de hacer ruidicos con un sonajero para atraer a los espíritus, lo que haces es clic con el ratón mil veces seguidas. Clic, clic, clic. Como si fuera a servir de algo. Clic, clic, clic. El café puede valer como bebedizo ponzoñoso para entrar en trance. Y a la novena taza ya lo creo que entras. En trance y con la conciencia alteradísima. Clic, clic, clic. Venga otro café. Todo para descubrir, después de días y días de rituales, que mi animal sagrado es el PATO.

¡Buen día a todos!

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Morriña

22 septiembre, 2008 By Ana S. Palacín

Esta mañana he sentido una extraña morriña al pisar de nuevo mi vieja Facultad de Derecho. Jamás hubiera pensado que fuera a ocurrirme algo así. Primer día de clase, gente desubicada por doquier, olor a café, murmullos reverberando en las paredes… Me he visto a mí misma la primera vez que llegué, insegura, como ahora, porque hay cosas que no cambian, las uñas pintadas de negro, botines de bruja, murciélago al cuello, mitones de lana, con el calor que daban, y mi eterna bolsa de chucherías. Qué cuadro. Y qué nostalgia.

¡Buen día a todos!

 

 

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La escarcha sobre los hombros, el tebeo

8 septiembre, 2008 By Ana S. Palacín

Antes leer el fabuloso libro de Lorenzo Mediano, «La escarcha sobre los hombros», las únicas referencias que tenía sobre la vida en Aragón durante los años treinta, eran por parte de mi abuela. Ella me contaba cómo era la vida en el campo, los odios viscerales que nacían entre las familias, cómo los pobres se «eslomaban» trabajando de sol a sol para los ricos del pueblo, cómo se pactaban los matrimonios y un sinfín de situaciones que no podríamos ni imaginar en los tiempos actuales. Mi abuela era de familia pobre por lo que nadie que no la quisiera la pretendió. Se casó por amor con un ferroviario, pobre igualmente, tan guapo como sordo. Que pienso yo que ya podríamos haber heredado todo de aquel hombre y no sólo la dureza de oído. Tan sordo era aquel ferroviario que un tren se lo llevó por delante a los cuatro años de casarse con mi abuela, quien llegado ese momento emigró con su hija, mi madre, como tantos otros a buscar fortuna en Zaragoza.

El libro de Lorenzo me enganchó de principio a fin y me confirmó aquel Aragón rudo que mi abuela suavizaba en sus narraciones, tal vez para no impresionar a la mocosa que era yo entonces. Tras varias lecturas de la novela a diferentes niveles para adaptarla al cómic y mientras me documentaba para no meter la pata escandalosamente (qué bochorno cuando Lorenzo observó que había llamado «zapatos» a las «albarcas»), conocí el sistema de casas, ahondé en el derecho aragonés que en la carrera había estudiado de pasada, supe de la importancia que se otorgaba a la propiedad por encima de muchos derechos que consideramos fundamentales, y de cómo las rencillas entre pueblos se llevaban hasta las últimas consecuencias. Ha sido enriquecedor en muchos sentidos haber realizado la adaptación de esta novela al cómic.

Si la lectura de «La escarcha sobre los hombros» no deja a nadie indiferente, la maestría de Moratha a los lápices tampoco. Creo que Lorenzo siempre quiso que fuera Moratha quien llevara su novela al cómic. Y no pudo elegir mejor. Moratha ha sabido imprimir a sus dibujos la dureza y el desarraigo de aquellos tiempos amargos en los que la tierra y las bestias valían mas que un humilde pastor, pero también ha querido dejar abierta la puerta a la esperanza. Sus personajes, entre desventura y desventura, aún tienen fuerzas para sonreír y soñar esperanzados con un futuro mejor. El resultado de tantos meses de trabajo ha sido espectacular y todas las buenas palabras y cumplidos para el artista, merecidos.

Una pequeña reseña anterior, aquí.

Unas páginas escogidas al azar:

Las portadas:

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Ponte sobre mí

19 agosto, 2008 By Ana S. Palacín

–Ponte sobre mí-dice la tablica del Wii Fit con voz amigable para que te subas encima y así pesarte. Mientras a otros al subir les dice «¡Genial!«, a mí me dice «AY». Ni más ni menos. AY. Valiente presagio. Me cago en los japoneses y en sus juegos de ser listo, de tener los ojos así o asá, de adelgazar, de ser madre y de tener un pony. Menudo cabreo pillé cuando me regalaron el Wii Fit por mi cumpleaños. Qué forma más ruin de llamarme gorda mantecas. Pues por lo visto más tendría que haberme enfadado, porque después de 40 días haciendo ejercicio y no haber hecho otra cosa que engordar, me da a mí que en vez del Wii Fit me han regalado el Wii Fat. ¡Hijosdeperra!

¡Buen día a todos!

wii fat

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La ciudad y los muertos

11 agosto, 2008 By Ana S. Palacín

ciudad de zombis

Los muertos toman la ciudad en agosto. Sofocados, con los brazos caídos y la mirada perdida beben vino barato o cerveza caliente sentados en cualquier portal. Algunos piden tabaco. Otros se conforman con las colillas del suelo. Son los muertos pobres. Los muertos ricos agonizan en hamacas en las playas. En agosto todos morimos un poco.

¡Buen día a todos!

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El Ríchal, soltero y metalero: ¡siente el poder del metal!

4 agosto, 2008 By Ana S. Palacín

– Señora, su hijo no está fuerte… ¡¡lo que está es gordo como una nutria el cabrón!! – dijo XCar a una mujer que no sabía qué talla de camiseta comprar a su hijo allí presente.

Silencio sepulcral. Mi primera feria con Malavida. Vale, el chaval estaba como un trueno. Menudo papelón. ¿Se pondría hecha una furia la señora? ¿Nos arrearía con el bolso? ¿Se marcharían indignados pegando voces?

Al final ocurrió todo lo contrario. La mujer y su hijo, muertos de risa, compraron la camiseta y no sé cuántas cosas más.

-Qué gracioso es este chico -decía la señora refiriéndose a XCar

Y tenía razón. En todas las ferias XCar increpa a la gente con sus chistes idiotas, les hace una gracia tremenda y vende el que más. Chistes que si intentáramos hacer los demás, nos tirarían al pilón a la primera de cambio («eh, gordo cabrón») o nos arrearían un guantazo («la tienes chiquitica como un cacahuete») o nos mirarían como diciendo «y tu puta madre también». Pero a él no le pasa. Bueno, miento, una vez le pasó con un calvo. Pero es que con los alopécicos hay que tener cuidado, porque algunos se creen que aún gastan pelazo y ¡cómo para llevarles la contraria!

En papel XCar es igual de gracioso o incluso más (que no hay que aguantarle borracho berreando en el stand) que en persona, así que su primer álbum «El Ríchal, soltero y metalero» gustó cantidad y se vendió (y se sigue vendiendo) como churros.

El Ríchal, soltero y metaleroTal es así que nuestro ocurrente monigotero ha sacado hace bien poco la segunda parte, «El Ríchal, soltero y metalero: ¡siente el poder del metal!». Por supuesto, con su inconfundible estilo DOGMA. Sin guión, sin lápices previos, a pelo con rotulador, una birraca en la mano y dos docenas fresquicas en la nevera. El Ríchal, con más moral que el Alcoyano, tratará de triunfar por todos los medios en el tortuoso mundo del rock: se rapa el cogote en plan jevi viejuno, vende su alma al demonio, intenta ser el rockero más duro matando en el escenario a un pollo de goma relleno de tallarines con tomate. Una cosa tremenda… Pero, como siempre las cosas no le salen demasiado bien. Tampoco demasiado mal, para lo que podría ser… En esta segunda parte descubrimos el origen del gran trauma del Ríchal (chan chan), conoceremos a un antiguo amor, la Loli, una jevarras melenuda un poco… euuuh, liberada, y veremos desfilar por las páginas del tebeo un montón de estrellas del rock a las que, como soy una iletrada, me veo incapaz de enumerar.

El color, inconfundible y maravilloso, vuelve a ser cosa de Encarna Revuelta. Coloricos más luminosos que los del álbum anterior, para unas historietass mucho más divertidas.

En definitiva, uno de esos cómics de los que hablábamos el otro día, que pueden gustar a todo el mundo y a un precio de risa. Un tebeo tan imprescindible como, ejem, ahora que no me oye, para mí el propio autor.

¡Buen día a todos!

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Cómics para los que no leen cómics

21 julio, 2008 By Ana S. Palacín

Cuando regalo cómics a personas que no leen cómics intento elegirlos con algo de tino para que no me lo tiren a la cara nada más abrir el paquete. No sé vosotros, pero yo tengo cantidad de amigos y conocidos que no leen cómics o no leen en absoluto porque creen que es «perder la vida». Ahí es nada. Sin embargo, igual que ellos gustan de obsequiarme con vajillas, toallas y demás chorradas, a mí me gusta regalar tebeos. Un poco por venganza al recordar la última ensaladera; otro poco por compartir la afición; otro por aquello de que la esperanza nunca se pierde; y un mucho porque es lo que me gustaría recibir a mí, en lugar de la dichosa ensaladera que ya ni sé cuántas tengo. Lo cierto es que para regalar un cómic a un no-lector no podemos coger el primero que veamos o el que más nos guste a nosotros. Para que el obsequiado no ponga cara de «pero esto qué mierda es» o «a la basura va», el cómic objeto de regalo debe cumplir una serie de requisitos:

La temática tiene que guardar una mínima relación con la edad e intereses del obsequiado. Por mucha gracia que me haga «Todo lo guarra que ella puede ser» (Roberta Gregory) regalárselo a mi madre puede ser una idea poco afortunada y posible causa de desheredación. Ojo, que hay madres y madres. A otras les hará una risa tremenda.

Es mejor que el cómic sea autoconclusivo. Es decir, una historia que empiece y termine en el mismo tomo. No creáis que regalando el primer tomo de Malas Ventas a un escritor en ciernes o el del Señor Jean a un treitantañero con incipiente calvicie, vais a conseguir que compren los siguientes. Más bien lo contrario o con mucha, pero mucha, suerte os gorronearán vuestros tebeos hasta que pierdan completamente el interés.

Fundamental es que el cómic tenga buena pinta. Los lectores de tebeos sabemos que el envoltorio no hace un cómic bueno o malo, más bien lo hace caro o barato. Pero un regalo es un regalo. Y es bien distinto regalar diez grapas chuchurrias que un flamante tomo. Eso lo saben bien los de Astiberri o Sins entido cuyas ediciones son muy regalables y sus precios… pues menos.

Si hablamos de aspecto apetecible, también cuenta el dibujo. Por más que nos guste From Hell, es probable que un no-lector nos mire espeluznado ante semejante regalo aunque le juremos y perjuremos que va de Jack el Destripador y que hasta hicieron una peli en la que salía Johnny Depp. Así que es aconsejable despedirnos del dibujo difícil de ver aunque nos encante Hicksville, la Colino o Thomas Ott.

Por último, la historia. A todos nos gustaría regalar Watchmen o V de Vendetta pero, aunque nos emocione que V le lleve una caja de bombones a la Justicia, que las ideas sean a prueba de balas y blabla, no es un buen regalo para un no-lector. De verdad. El rollo histórico, lo social y el humor siempre enganchan a más al público generalista que los cómics rarunos e inquietantes, las interminables sagas superheroicas o el eslaisoflaif de Jean Pierre comiendo un cruasán en una terraza de Montmartre mirando entretenido las avutardas mientras la que podía ser la mujer de su vida -pero que no lo será porque el destino es caprichoso- coge un taxi y fin.

Aquí van unos cómics que he regalado y no me los han tirado a la cabeza (a diso gracias, porque algunos son unos tochazos tremendos)

1- Maus, de Art Spiegelman.

2 -Persépolis, de Marjane Satrapi.

3 -Píldoras azules, de Frederik Peeters.

4 -Paracuellos, de Carlos Giménez.

5- Palestina, de Joe Sacco.

6- Palomar, de Beto Hernández.

7- La tetería del oso malayo, de David Rubín.

8- Es un pájaro…, de Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen.

9 -Arrugas, de Paco Roca.

10 – Ocurrió cerca de tu casa: Sabe Dios, de Carlos Areces.

11 – La mansión de los Pampín, de Miguelanxo Prado.

¿Se os ocurre alguno a vosotros para ampliar la lista? ¿Qué tebeos regaláis a los no-lectores? ¿Os regalan vajilla o sólo yo tengo esa desgracia malditasea?

¡Buen día a todos!

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