Ayer estaba recordando lo que me gustaba escribir cuando era pequeña y lo vergonzoso que me parece ahora todo lo que hacía. Esto viene a tenor de lo que cuenta Phoebe Gloeckner en el prólogo de Vida de una niña. Ella dice que con dieciséis años, cuando dibujaba cómics y alguien entraba en su habitación, sacaba un dibujo "tonto" para que nadie supiera lo que estaba haciendo. Años más tarde, tuvo que autoconvencerse de que no era una mala persona por publicar lo que ella consideraba como su "vergonzoso" trabajo, animada por la creencia de que sólo unas pocas personas lo leerían. Já, que se creía ella eso.
Mientras leía este prólogo, me animaba pensando que quizá tampoco era tan vergonzoso lo que escribía de pequeña. Pero lo era. Y más. Me acordé de un relato lacrimogenísimo que escribí a mis repipis y poco curtidos 12 años, y que el profesor de lenguaje nunca me devolvió. Trataba sobre un chaval ciego (menuda premisa), Pablo, que tenía un perro lazarillo que, conociendo mi gusto por los nombres castizos, quizás se llamaba Atanasio. Finalmente, tras unas aventuras apasionantes (ya os imagináis) el perro muere de viejo y Pablo se queda sin la luz de sus ojos, sin su fiel compañero y una sarta de topicazos que harían que Tierra de sueños (el drama animalístico de Jiro Taniguchi) pareciese Old Boy (una auténtica animalada). Un rollo macabeo escrito por la que podía haber sido la futura Corín Tellado maña. Es decir, yo.
Durante un tiempo pensé que el profesor se había quedado mi relato porque le había gustado. Pero seguramente, al gordo cabrón lo que le gustará será enseñarlo (junto a las redacciones de otros empollones) en las cenas de los sábados, durante los postres, para solaz de sus invitados.
Parece frecuente que los autores sientan vergüenza de sus trabajos, por no creerlos tan buenos como realmente son. No es el caso del relato del ciego y su difunto perro, cuya publicación ahora me causaría un trauma y varios años de tratamiento. Sin embargo, poder leer historietas antiguas dibujadas por la jovencísima Phoebe Gloeckner es una maravilla.
Por si acaso, no tiréis ni rompáis nada.
¡Buen día a todos!
Elisabetta dice
Pues mis prosas infantiles tenían un pase (lo sé porque conservo algunas). Pero una vez (única vez!!) escribí una poesía (que recuerdo pero, curiosamente, no conservo) dedicada a Anacleto (sí, sí, el agente secreto). Pobre Anacleto. No creo que nadie le haya dedicado oda más patética nunca.
Nunca he vuelto a escribir una poesía ni nada parecido (afortunadamente).
Besitos!
peterstillman dice
pero si necesitas tratamiento de todas maneras 😛
El inane anónimo dice
Yo acabo de leer lo de la Gloeckner hace un rato y la verdad es que el dibujo está muy bien, pero el contenido de los guiones me ha dejado bastante frío. Prefiero sin duda sus ilustraciones médicas. Me pregunto si tendrá un libro recopilatorio o algo….
Por otro lado, es una pena que esa obra tuya sobre el cegarruto y su perro se haya perdido. Por lo que cuentas prometía ser casi tan divertido (involuntariamente, eso si) como este blog 😀
Iru dice
Elisabetta, ¡¡seguro que nadie le ha dedicado una oda!! Ahora sólo hago guiones de cómics y monigotes, menos mal. Y nada demasiado trascendental. ¡Un besico!
Peter Stillman (si es que ése es tu verdadero nombre), estoy esperando a ver si te montas un chiringuito y me haces un barato 😀
Inane, creo que los guiones son fríos porque la tía debe de ser como una piedra y la única forma de escribir sobre algo así sin que te afecte es de esa forma (opinión personal). Un poco de respeto para Pablo, el invidente, eh!
Burbuja dice
Me lo voy a leer, yo también me identifico con las poesías de adolescente. Pero Iru yo te gano a tonterías, porque escribí un drama a los 8 años que se llamaba «Sangre en una copa», en mi casa todavía me lo recuerdan….las hermanas gemelas huérfanas, la tutora malvada….se parten el pecho cada vez que sacan el tema. Está en la basura hace años por supuesto.
Iru dice
Cuida, Burbuja, que la Gloeckner es fan de Robert Crumb. Así que la sangre en la copa. Madre mía. Yo en 6º de egb escribí una obra teatral para títeres (toma ya) que se llamaba «El vampiro desganado». Era un vampiro que, por un picotazo de un mosquito, pierde el apetito. Tras algunos malentendidos recupera el apetito comiendo jamón serrano. ¡Trapos sucios!
Burbuja dice
¿Obra teatral para títeres? Tú ganas!!!!
Elisabetta dice
Jua, jua, jua, ¡´hay que ver lo que se consigue con jamón serrano!!
Iru dice
¡He encontrado la obra! Uno de los personajes se llamaba Luisito el monito. Aaaaaaaaargh, qué horror. ¡Besicos!
Elisabetta dice
¡Ostras! El vampiro desganado y Luisito el monito, comiendo jamón serrano!! Promete. ¡¡Publicala!! Total, no creo que sea peor que el Código Da Vinci.
(¿o sí?)
Dan Brown dice
Basta de meteros con mi novela, jos! El dia que escribáis algo de tanto éxito me meteré yo con vosotros. Hala!