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En Blanco

Cómics

Érase una vez…

7 noviembre, 2008 By Ana S. Palacín

Érase una vez, hace ya unos cuantos años, dos amigos que hablaban de cosas de niños. De tebeos, vamos. Él le contaba a ella el último cómic que había leído, en el que salían un sinfín de personajes de cuentos y leyendas: el Lobo Feroz, Blancanieves, los tres cerditos, la Bella y la Bestia… y hasta el macaco del Mago de Oz. «-¡Valiente chorrada!»- dijo ella que siempre había sido underground, pero de palo. Y es que la historia, así contada, no había por dónde cogerla. Si ya todo el mundo parecía creer que los cómics eran para niños, uno en el que saliera la Bella Durmiente era el colmo. ¡Adónde íbamos a ir a parar!

Quiso el destino que, en virtud de un hechizo, él se convirtiese en un yogur caducado en una nevera la mar de concurrida, y que ella, en su alcóhólico devenir, tropezase con muchos otros aficionados a los tebeos a quienes la historia de Blancanieves, su hermana y la madre que las parió a las dos y tan ancha se quedó, les había enganchado. Algunos hasta borrachos impenitentes y con un gusto exquisito para los cómics. Así pues, comenzó a leer uno tras otro los tomos de Fábulas, al principio algo renuente, y después con esa compulsión que sólo se tiene comiendo pipas. Y jugando al futbolín. O bebiendo cerveza. O leyendo libros de zombis. Bueno, con la compulsión que se tiene haciendo cualquier cosa que no sean abdominales.

Aunque el tono de Fábulas es por lo general amable y bemolado, se cuentan trágicos sucesos y sacrificios heroicos que a mí me han puesto el corazón en un puño. No tiene mucho mérito porque a mí los sacrificios heroicos me emocionan enormemente. Da igual si son en Independence Day, en 13 fantasmas o en aquella peli del volcán en la que una abuela empujaba la barca de sus nietos por un río de lava mientras se iba derritiendo a cada paso. La abuela. La cosa es que después tantas aventuras, tanta intriga, ¡del asedio al Último Castillo!, de tantas fábulas criando malvas, de conocer la identidad del Adversario… *SPOILER* llega la boda y… ¡valiente chorrada! Que no pegan, que no. Con taitantos hijos más el otro invisible que mató al corderito de «Mary tiene un corderito, un corderito, un corderito». Que no, que no.

Que no.

¡Buen día a todos!

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La escarcha sobre los hombros, el tebeo

8 septiembre, 2008 By Ana S. Palacín

Antes leer el fabuloso libro de Lorenzo Mediano, «La escarcha sobre los hombros», las únicas referencias que tenía sobre la vida en Aragón durante los años treinta, eran por parte de mi abuela. Ella me contaba cómo era la vida en el campo, los odios viscerales que nacían entre las familias, cómo los pobres se «eslomaban» trabajando de sol a sol para los ricos del pueblo, cómo se pactaban los matrimonios y un sinfín de situaciones que no podríamos ni imaginar en los tiempos actuales. Mi abuela era de familia pobre por lo que nadie que no la quisiera la pretendió. Se casó por amor con un ferroviario, pobre igualmente, tan guapo como sordo. Que pienso yo que ya podríamos haber heredado todo de aquel hombre y no sólo la dureza de oído. Tan sordo era aquel ferroviario que un tren se lo llevó por delante a los cuatro años de casarse con mi abuela, quien llegado ese momento emigró con su hija, mi madre, como tantos otros a buscar fortuna en Zaragoza.

El libro de Lorenzo me enganchó de principio a fin y me confirmó aquel Aragón rudo que mi abuela suavizaba en sus narraciones, tal vez para no impresionar a la mocosa que era yo entonces. Tras varias lecturas de la novela a diferentes niveles para adaptarla al cómic y mientras me documentaba para no meter la pata escandalosamente (qué bochorno cuando Lorenzo observó que había llamado «zapatos» a las «albarcas»), conocí el sistema de casas, ahondé en el derecho aragonés que en la carrera había estudiado de pasada, supe de la importancia que se otorgaba a la propiedad por encima de muchos derechos que consideramos fundamentales, y de cómo las rencillas entre pueblos se llevaban hasta las últimas consecuencias. Ha sido enriquecedor en muchos sentidos haber realizado la adaptación de esta novela al cómic.

Si la lectura de «La escarcha sobre los hombros» no deja a nadie indiferente, la maestría de Moratha a los lápices tampoco. Creo que Lorenzo siempre quiso que fuera Moratha quien llevara su novela al cómic. Y no pudo elegir mejor. Moratha ha sabido imprimir a sus dibujos la dureza y el desarraigo de aquellos tiempos amargos en los que la tierra y las bestias valían mas que un humilde pastor, pero también ha querido dejar abierta la puerta a la esperanza. Sus personajes, entre desventura y desventura, aún tienen fuerzas para sonreír y soñar esperanzados con un futuro mejor. El resultado de tantos meses de trabajo ha sido espectacular y todas las buenas palabras y cumplidos para el artista, merecidos.

Una pequeña reseña anterior, aquí.

Unas páginas escogidas al azar:

Las portadas:

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El Ríchal, soltero y metalero: ¡siente el poder del metal!

4 agosto, 2008 By Ana S. Palacín

– Señora, su hijo no está fuerte… ¡¡lo que está es gordo como una nutria el cabrón!! – dijo XCar a una mujer que no sabía qué talla de camiseta comprar a su hijo allí presente.

Silencio sepulcral. Mi primera feria con Malavida. Vale, el chaval estaba como un trueno. Menudo papelón. ¿Se pondría hecha una furia la señora? ¿Nos arrearía con el bolso? ¿Se marcharían indignados pegando voces?

Al final ocurrió todo lo contrario. La mujer y su hijo, muertos de risa, compraron la camiseta y no sé cuántas cosas más.

-Qué gracioso es este chico -decía la señora refiriéndose a XCar

Y tenía razón. En todas las ferias XCar increpa a la gente con sus chistes idiotas, les hace una gracia tremenda y vende el que más. Chistes que si intentáramos hacer los demás, nos tirarían al pilón a la primera de cambio («eh, gordo cabrón») o nos arrearían un guantazo («la tienes chiquitica como un cacahuete») o nos mirarían como diciendo «y tu puta madre también». Pero a él no le pasa. Bueno, miento, una vez le pasó con un calvo. Pero es que con los alopécicos hay que tener cuidado, porque algunos se creen que aún gastan pelazo y ¡cómo para llevarles la contraria!

En papel XCar es igual de gracioso o incluso más (que no hay que aguantarle borracho berreando en el stand) que en persona, así que su primer álbum «El Ríchal, soltero y metalero» gustó cantidad y se vendió (y se sigue vendiendo) como churros.

El Ríchal, soltero y metaleroTal es así que nuestro ocurrente monigotero ha sacado hace bien poco la segunda parte, «El Ríchal, soltero y metalero: ¡siente el poder del metal!». Por supuesto, con su inconfundible estilo DOGMA. Sin guión, sin lápices previos, a pelo con rotulador, una birraca en la mano y dos docenas fresquicas en la nevera. El Ríchal, con más moral que el Alcoyano, tratará de triunfar por todos los medios en el tortuoso mundo del rock: se rapa el cogote en plan jevi viejuno, vende su alma al demonio, intenta ser el rockero más duro matando en el escenario a un pollo de goma relleno de tallarines con tomate. Una cosa tremenda… Pero, como siempre las cosas no le salen demasiado bien. Tampoco demasiado mal, para lo que podría ser… En esta segunda parte descubrimos el origen del gran trauma del Ríchal (chan chan), conoceremos a un antiguo amor, la Loli, una jevarras melenuda un poco… euuuh, liberada, y veremos desfilar por las páginas del tebeo un montón de estrellas del rock a las que, como soy una iletrada, me veo incapaz de enumerar.

El color, inconfundible y maravilloso, vuelve a ser cosa de Encarna Revuelta. Coloricos más luminosos que los del álbum anterior, para unas historietass mucho más divertidas.

En definitiva, uno de esos cómics de los que hablábamos el otro día, que pueden gustar a todo el mundo y a un precio de risa. Un tebeo tan imprescindible como, ejem, ahora que no me oye, para mí el propio autor.

¡Buen día a todos!

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Shazam! La tediosa sociedad del aburrimiento

11 julio, 2008 By Ana S. Palacín

Que me perdonen los fans de Jeff Smith, entre los que me incluyo, pero después de dos lecturas no he encontrado ningún entretenimiento en las páginas de Shazam!: La monstruosa sociedad del mal. No conocía previamente al Capitán Marvel, ni al huérfano Billy Batson, ni a la marisabidilla Mary, ni a Sivana… Y por mí podía haber seguido igual. La historia, ¡qué historia!, avanza a trancas y barrancas, presentando distintos personajes y narrando el origen del Capitán Marvel, el ingenuo superhéroe en quien se convierte Billy Batson al decir «Shazam!». «Shazam!» mediante, nos encontramos con el repelente chavalín o con un tipo alto como un pino y tonto como un pepino. Medio cómic deseando que lo diga, otro medio deseando que no lo diga… para finalmente no saber qué es peor. Junto al huérfano Batson/Capitán Marvel aparecerán su recién descubierta (y estrangulable) hermana a quien encuentra, adora, se lleva a casa y le contagia los poderes en cuestión de minutos; un mendigo-tigre-gato que mola bastante; un pretendido villano de chiste con absurdas intenciones; y una serpiente mala malísima que es la que ha orquestado el plan para no sé muy bien el qué.

De todo el tebeo me quedo con el bonito dibujo (qué logradas están las caras de pampurria de Billy), con el mendigo-tigre-gato y con pocas ganas de leer más acerca del paspán del Capitán Marvel. Y es que… como para no apodarlo Capitán Pandemolde… venga hombre…

¡Buen día a todos!

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Gl gl gl gl gl ¡Gulacy!

11 mayo, 2008 By Ana S. Palacín

Apoltronada en el sofá estaba disfrutando de uno de esos telefilmes de domingo por la tarde a los que me engancho irremisiblemente. Me gustan sobre todo los de bichos: los de «me interno con mis amigotes en la selva en busca de un legendario tesoro y -también es mala suerte- lo que encontramos es una serpiente del tamaño de un trolebús «, o «unas hormigas carnívoras con pretensiones políticas (¿¿??) se meriendan una isla entera tratando de hacer valer sus derechos», o «un cocodrilo gigante siembra el terror en los pantanos donde los jóvenes van a magrearse». La de hoy trataba de dragones de Komodo mutados genéticamente, pero como era de muy bajo presupuesto -casi negativo- sólo salía uno, gigante eso sí, que se había comido a todos los demás. Esto lo contaban de palabra, para explicar la carencia de bichejos. Añadían la circunstancia de que sólo con un escupitajo el animalico ya te podía matar por lo que no era necesario enfocarlo demasiado cerca. Así se ahorraban las luchas intestinas entre lagartos  y unas perricas de efectos especiales.

Haciendo un esfuerzo notable por desengancharme de semejante peliculón, me he levantado y ¡zas!, ¡¡momento Fa!! Sin venir a cuento y con el desparpajo que da haber trabajado en en el porno, la rubia de bote se saca las tetas -tan grandes como su cabeza- empecinada en darse un baño en el lago donde han ido a hacer unas pruebas y donde, cómo no, acecha el monstruo.
Aquello prometía. Qué esfuerzo he tenido que hacer para despegarme de la pantalla, amables lectores. Se han impuesto las ganas de seguir leyendo la entretenidísima Catwoman de Ed Brubaker dibujada por…. ¡virgensanta ¿¿quién es éste??? Paul Gl gl gl gl gl Gulacy. ¿Dónde ha quedado el dibujo estiloso y llamativo de Darwyn Cooke, de Pulido, de Cameron Stewart, de…? Qué mirar distraído, qué peinado del año de maricastaña, qué nalgamen, qué pómulos, qué tramas…

Ay mamá, que para esto casi mejor me quedo viendo el telefilme del lagarto… (por cierto, ¿alguien sabe cómo ha terminado la cosa?)

¡Buen día a todos!

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Encima y debajo

26 marzo, 2008 By Ana S. Palacín

Arriba y abajo. Izquierda y derecha. Encima y debajo. Así andaba hace unos días, de madrugada y bastante ebria, en un interminable ir y venir del (otrora proceloso) váter al sofá, del sofá a la cama y, dando tumbos, de nuevo al váter. Todo esto con un cómic en las manos que, a mi nublado entender, me iba que ni pintado: «Encima y debajo. Dos historias de la frontera americana». Qué mejor forma de pasar la borrachera que leyendo historietas de vaqueros, con mucho bang bang, villanos con bigotico y fornidas taberneras sacándose las tetas. Que me creía yo eso, já. Ni un triste vaquero, ni una tabernera escurrida. ¿Por qué no cogería Catwoman, que también tiene mucho bang bang, en lugar de estas perturbadoras historias sobre fanáticos colonos desesperados y deprimentes mineros escuálidos. Una lectura cojonuda para tener pesadillas etílicas sobre niños muertos y fantasmas vengativos. Con el miedo que da soñar con niños muertos. Y con payasos. Y con muñecas de porcelana. Y con gente sin dientes.

En fin, que no recuerdo mucho más aparte de los niños muertos.

Todo, como siempre, culpa del paté, que es muy indigesto.

Quién sí parece recordar mejor el cómic es el tío Berni, en su reseña entrecomiquera.
¡Buen día a todos!

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La Perdida

24 enero, 2008 By Ana S. Palacín

270 páginas y 22 eurazos. Vaya por delante que tenía muchas ganas de echarle mano a este cómic de Jessica Abel, una autora cuyo estilo me resulta muy atractivo. Pero ay, ha sido abrir la primera página y cogerle una manía tremenda a la protagonista, la tal Carla. Veinte páginas después no había mejorado la cosa. Muchos hablan de la ingenuidad que desprende la protagonista, pero lo que desprende más bien esta muchacha es una enorme petardez. Se supone que las doscientas setenta páginas del cómic narran el viaje iniciático de la protagonista en busca de sus raíces y su consiguiente evolución personal. Y ojo, que no lo digo yo, que lo dicen los entendidos. En fin, que mucho viaje iniciático y mucha leche, pero hasta ahora sólo he encontrado a una  perroflauta gorrona con muchos pajaricos en la cabeza que va a pasar una larga temporada a Méjico a casa de su ex, un tipo profundamente pijo que está por aquellas tierras a verlas venir. Parece ser que, durante el desarrollo de la trama, la ingenuidad y el bucolismo desembocarán en un emocionante y durísimo thriller de quitar el hipo. Pues a ver si es verdad, porque temo que esta perdida se me pierda más todavía y se convierta en mi particular Silmarillion en viñetas.

¡Buen día a todos!

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Los escritos póstumos, prodigiosos y paranormales

14 enero, 2008 By Ana S. Palacín

los escritos póstumos

Dimitri Sikorski, un compositor talentoso, sabe bien de lo que habla. También las abuelas cuando repiten que hay que llevar siempre bragas limpias por lo que pudiera pasar. Nunca se sabe en manos de quién pueden caer unos bocetos vergonzantes, unos escritos adolescentes plagaditos de vampiros (¡yum yum!) moñas o unas bragas con bolisas.

José Carlos Fernandes se sale en el último tomo de La Peor Banda del Mundo (Los Archivos de lo Prodigioso y Paranormal) que, más irónico y disparatado que otras entregas y dominado por su habitual e inaudito léxico y los inagotables juegos de palabras, se ha ganado a pulso el título de prodigioso y paranormal. Todo esto por ocho euros del ala; dos más que antes y las páginas de siempre. Devir, la editorial de las esquinas blandengues, ha previsto que nos van a subir a todos el ipc o la propina. ¡Bravo!
¡Buen día a todos!

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A propósito de Crumb

29 noviembre, 2007 By Ana S. Palacín

Ya conté una vez cómo mentí diciendo que me gustaba mucho la obra de Robert Crumb, de quién no había oído hablar nunca y prácticamente convertí en mi padre, para impresionar a un tendero de tebeos. Que ya son ganas. Alguno pensará que tampoco hay que hacer mucho para impresionar a un tendero. Pues es verdad. Acto seguido, como lo único que conocía de Robert Crumb era su nombre y lo de «anda, Robert, como Robert Redford» no impresiona demasiado, me leí alguno de sus tebeos. ¡Menudo cabrón el tal Crumb! Ahí estaba, un tirillas gafotas, un mediamierda, con un talentazo inmenso. No soy objetiva. Todo lo que hace me gusta. Hasta cuando toca la bandurria con sus Cheap Suit Serenaders o Les primitifs du futur.

El amigo Rubén, de Little Nemo´s Kat, que aparte de un tipo bastante guapo es Doctor en tebeos, escribe unos artículos la mar de inspirados y amenos con un estilo envidiable. Todo un profesional, el tío. En esta ocasión se ha atrevido con Robert Crumb en una serie de estupendos artículos donde habla de su jipismo, su fantochismo y, cómo no, de su ombliguismo. Me han gustado tanto que no puedo sino recomendar su lectura.

A propósito de Crumb (I)

A propósito de Crumb (II)

A propósito de Crumb (III)

A propósito de Crumb (y IV)


¡Buena noche a todos!

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El banyán rojo

20 noviembre, 2007 By Ana S. Palacín

Llevo un tiempo dando vueltas a cómo escribir estas líneas. Podría pergeñar un alegato a favor del talento los autores españoles a la vista de El Banyán Rojo, o contar el drama costumbrista de una chica que vagaba por las calles grises, llenas de cacas de perro y esputos de viejos, de una ciudad gris buscando El Banyán Rojo, o simplemente decir que me ha gustado mucho El Banyán Rojo y chimpón.
Ya lo creo que me costó encontrar El Banyán Rojo, de Carlos Vermut. Me costó tanto que no lo encontré en ninguna de las tiendas de esta ciudad, a ratos tan cenicienta y anodina que parece que los hombres grises hayan hecho su agosto en ella. En las tiendas de tebeos, algunas especialmente poco surtidas, sólo hay novedades los escasos días en que son eso, novedades. Recorrí todas las librerías sin éxito, pero en la última, aparte de no encontrar el tebeo, me llevé una desagradable sorpresa. En aquella tienda, la cantidad de manga, merchandising y rol era apabullante, y el cómic español estaba relegado a un estante. Pregunté por el cómic y el dependiente, un chaval joven, confirmó que habían tenido ¡un ejemplar! y que ¡gracias a dios! lo habían vendido.

-¿Cómo que gracias a dios?
-Pues eso, que gracias a dios, porque ya me veía sin venderlo. El dibujo es muy malo. ¿Lo has visto? Cualquier manga es mejor.
-Sí, lo he visto, me gusta, y el autor ha estado nominado a nosecuantos premios- respondí malhumorada.
-Es que ahora le dan premios a cualquiera… Yo que tú no me lo compraba.-opinó con desfachatez.
Y siguió opinando. Opinaba de todo, de superhéroes, de manga, de lo poco que ganan los libreros, de que la cosa está muy malita, de que el fin editorial está cerca y de chorradas que me la traían al pairo y que sugerían que, visto el dueño de tales afirmaciones, el tebeo tenía que estar bien por cojones.
Encargué El Banyán Rojo en mi tienda habitual, en la del señor amable que te recomienda encarecidamente V de Vendetta sin saber que hace muchos años que tiene un lugar de honor en tu estantería y, cómo no, en tu baño. Cuando llegó días más tarde lo devoré. Y me gustó. Me gustó mucho ese alfarero que actúa, ignorante y hedonista, por instinto; ese Kailash vacuo, fanfarrón y vividor a quién fuerzas bellas y trágicas arrastran a un destino incierto; ese hombre atormentado, desalentado, sin alma; y esa fascinante ambientación, mezcla de cruda realidad, misticismo y magia.

Yo que tú no me lo compraba. Pues yo que tú, sí.

¡Buen día a todos!

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