Érase una vez, hace ya unos cuantos años, dos amigos que hablaban de cosas de niños. De tebeos, vamos. Él le contaba a ella el último cómic que había leído, en el que salían un sinfín de personajes de cuentos y leyendas: el Lobo Feroz, Blancanieves, los tres cerditos, la Bella y la Bestia… y hasta el macaco del Mago de Oz. «-¡Valiente chorrada!»- dijo ella que siempre había sido underground, pero de palo. Y es que la historia, así contada, no había por dónde cogerla. Si ya todo el mundo parecía creer que los cómics eran para niños, uno en el que saliera la Bella Durmiente era el colmo. ¡Adónde íbamos a ir a parar!
Quiso el destino que, en virtud de un hechizo, él se convirtiese en un yogur caducado en una nevera la mar de concurrida, y que ella, en su alcóhólico devenir, tropezase con muchos otros aficionados a los tebeos a quienes la historia de Blancanieves, su hermana y la madre que las parió a las dos y tan ancha se quedó, les había enganchado. Algunos hasta borrachos impenitentes y con un gusto exquisito para los cómics. Así pues, comenzó a leer uno tras otro los tomos de Fábulas, al principio algo renuente, y después con esa compulsión que sólo se tiene comiendo pipas. Y jugando al futbolín. O bebiendo cerveza. O leyendo libros de zombis. Bueno, con la compulsión que se tiene haciendo cualquier cosa que no sean abdominales.
Aunque el tono de Fábulas es por lo general amable y bemolado, se cuentan trágicos sucesos y sacrificios heroicos que a mí me han puesto el corazón en un puño. No tiene mucho mérito porque a mí los sacrificios heroicos me emocionan enormemente. Da igual si son en Independence Day, en 13 fantasmas o en aquella peli del volcán en la que una abuela empujaba la barca de sus nietos por un río de lava mientras se iba derritiendo a cada paso. La abuela. La cosa es que después tantas aventuras, tanta intriga, ¡del asedio al Último Castillo!, de tantas fábulas criando malvas, de conocer la identidad del Adversario… *SPOILER* llega la boda y… ¡valiente chorrada! Que no pegan, que no. Con taitantos hijos más el otro invisible que mató al corderito de «Mary tiene un corderito, un corderito, un corderito». Que no, que no.
Que no.
¡Buen día a todos!