Se me va...

¡Se casa nuestro amigo Bernal, insigne autor de Los Bonilla!

Que se quieran y se casen está muy bien, pero lo que realmente me preocupa es si cabré en mi único vestido después de tanto super-almendrado. ¿Alguien tiene un serrucho? ¿Algún reductor de cabezas en la sala, que me reduzca otra cosa?

De estos problemas no se libran ni en Kapupu, Micronesia, donde viven Sherman y Megan, dos tiburones blancos aficionados a comer bañistas (gorilas playeros imberbes) y calamares. Una tortuga poeta,un pececillo geek y un cangrejo malhumorado son los mejores amigos de Sherman.

Jim Toomey, el autor de estas tiras, eligió estos bichos a sabiendas de que eran poco agradables, pero sorprendentemente sus chistes sencillos (algunos de gusto dudoso y otros algo gore) sobre la voracidad tiburonil y costumbres cangrejiles consiguen divertir y llegar a todos los públicos.

¡Buen fin de semana a todos!

Viendo como se agarran cuando lo hacen, me parece que no ligan demasiado a menudo.

Mirad si no a Robert Crumb encaramado, como un macaquillo, a su mujer, Aline. Se la ligó un buen día y llevan juntos 30 años. No es de extrañar que ella haya desarrollado semejante musculamen, aunque sea de darle mamporros en verano para que se aparte.

Ya sabéis, avezados comiqueros, el verano no es buen momento para arrumacos y carantoñas. Esperad a ligar en septiembre, que falta poco.

¡Buen día a todos!

La pitufina siempre me cayó gorda hasta que leí una historieta titulada «La pitufita» (de 1967), que demostraba que estaba operada y teñida (¡lo sabía!), y que encima era una víctima de la sociedad pitufil, que no es otra cosa que un calco simplificado de la sociedad humana.

Ahí donde la véis, la pitufita no siempre ha sido una melosa barbie azul de largas pestañas y zapatos de tacón. Una vez tuvo la desgracia de ser morena, pelicorta e inadaptada. Menos mal que en los cuentos todo acaba bien y… ¡se tiñó de rubia! ¿No me creéis? Pues atentos…

La pitufita fue creada por Gargamel, con la misión de enamorar a los pitufos y causar discordia entre ellos. Pero claro, en 1967 aún se llevaban las hembras de largas melenas y curvas espectaculares, y el brujo, que no estaba muy al día (no hay más que ver la túnica mugrienta y andrajosa que llevaba), creó una pitufa narizotas, de pelo paja, algo rechoncha y vestida con retales.

Los pitufos, que no pensaban más que en pitufar de sol a sol y en pitufar zarzaparrilla, no se sintieron demasiado atraídos por la pobre moza, que de tanto querer agradar se hacía un poco pesadita. Feúcha y mandona, ¡venga hombre!. Así que decidieron pitufarle a la pobre pitufina una serie de bromas sobre su aspecto y sus gorduras y claro, sabediós si la la pillaron en un mal día, con la regla, la moral baja y sin chocolate a mano… Y entonces…

El Gran Pitufo, un santo varón que lo mismo prepara una poción que parchea con silicona, decidió emular al doctor Pitanguí, y la pitufó de arriba a abajo dejándola así de resultona…

Pero lo que nadie podía imaginar era que los efluvios y el amoníaco del tinte rubio iban a traer desastrosas consecuencias neuronales para la pitufita, que desde entonces se convirtió en una odiosa cursilona. Mirad qué chiste…

Tiene que ser cosa del tinte…

¡¡Buen día a todos!!

Como lo oís, avezados lectores comiqueros, las pulseritas del Saló de Barcelona están hechas de adamantium (o más). Os preguntábais por qué el stand del Saló de Barcelona es tan caro, si no ponen sillas, ni mesas, ni criados con pay-pay, ni botellica de viñasdelvero. Teníamos la respuesta delante de nuestras narices, concretamente en nuestras muñecas. Las pulseritas, hechas de un material virtualmente indestructible, se llevan todo el presupuesto.
En un experimento arriesgado y peligroso a la par que ridiculizante, voy a ver cuánto aguanto con la dichosa pulserita de expositor-pagador. Ahí dejo mi muñeca con el diario del martes, 18 de Julio.

Vagancia suma, delirios de calor, ya sabéis. ¡Buen día a todos!

Después de algunos problemas técnicos debidos a mi torpeza informática, reposteo este mensaje. Intentaré incluir los comentarios que había (mil perdones a Peter Stillman, si es que ése es su verdadero nombre y al señor Farragut).

Decía el amigo "Inane anónimo" en un comentario al anterior post que a él lo que le importaba era si las dibujantes de cómics ligaban.

Hombre, digo yo que dependerá de su estilo, euh, dibujando…

Si pulsáis sobre los dibujos, veréis las dibujantas que se esconden detrás. Qué estilo, qué trazo… ¿Os las ligaríais por ellas mismas o por su arte?

Me he pegado todo el fin de semana en blanco, sentada mirando una hoja, engrosando mis posaderas y buscando mil excusas para levantarme. Excusas no me faltaban, sobre todo de ésas que tienen tapas y páginas pintarrajeadas y que se amontonan formando una pila interminable.

De mi última incursión a la tienda-zaragozana-de-cómics-al-50%, he traído con un esfuerzo considerable: La mansión de los Pampín (Miguelanxo Prado), You are here (Kyle Baker), La Leyenda de la Luna Llena (Michael Ende-Binette Schroeder), Liberty Meadows 5 (Frank Cho), un librito de Silverberg que me faltaba y Cages (Dave McKean). De ahí la palabra esfuerzo. Arrastrar semejante mamotreto, cargada como una mula, con la calorina que pega en mi Zaragoza natal, tiene su mérito. Al menos ha sido a mitad de precio, porque si llego a pagar los 51 euros que vale el tocho, ya me lo puede traer a casa el propio McKean a la pata coja.

Entre que me sentaba, me levantaba y me volvía a sentar, he empezado a leer Liberty Meadows 5. Frank Cho es un dibujante cojonudo pero no me hace esbozar ni media sonrisa. ¡Cómo se repite! ¡Qué sosa es Brandy! Si las tetazas hiciesen reír, este cómic sería graciosísimo. Siempre me dicen que es envidia cochina, y a lo mejor es verdad, pero es curioso el éxito que tienen estas tiras cómicas entre los hombres. Otras, de estilo similar, como La laguna de Sherman, Zits, Get Fuzzy o el maravilloso Mutts no atraen tantos lectores masculinos. Pero no quería hablar de esto.

Lo que quería contar es que este fin de semana he sentido una inmensa simpatía por Cho. Casi casi una comunión espiritual. Bueno, tanto no. He leído sus tiras sobre sequía creativa y páginas en blanco y me ha hecho gracia. A ver si va a ser verdad que soy un señor con bigote…

Hace años, por motivos que no vienen al caso, conocí a una serie de niños disminuidos psíquicos. Como suele pasar, y de un modo algo cruel pero inevitable, enseguida los catalogué en favoritos y no favoritos. En "no favoritos" estaba, por ejemplo, el niño que, a fuerza de tirones de pelo, estuvo a punto de convertirme en un calco de Charles Xavier.

Entre mis favoritos, había uno que, de mayor, quería ser barrendero en la Renfe. Una cosa normal y corriente. Otro de ellos, sin embargo, quería ser superhéroe. Desconozco el término psiquiátrico para su enfermedad, pero aparte de ser un poco lento, era un niño que imitaba sin parar. Lo que llamaríamos infantilmente un "repitemonas". Pero no creáis que imitaba a cualquiera, no. Cada día venía con una de sus tres imitaciones estelares porque, como ya os he dicho, este niño quería ser superhéroe y tenía tres modelos a imitar para conseguirlo.

Cuando venía con el puño en alto, le tocaba el día de Superman. Se pegaba todo el día trotando de un lado a otro haciendo el bien, o mejor dicho, sin hacer el mal, que ya era algo.
Otros días, venía estampándose contra las paredes. Era el día de Spiderman. Se quedaba muy quieto, con los brazos extendidos y el pecho pegado a cualquier superficie, agarrado como una lapa. Y no veáis para soltarlo, menudo espectáculo…
Pero a veces, venía con su tercer superhéroe, gesticulando alterado, con las manos crispadas, murmurando frases ininteligibles y golpeando mesas. Me tenía francamente intrigada… ¿¡Qué superhéroe podía ser!? ¿Lobezno? ¿La bestia?.

Pues no, señores; mi cara debió de ser un poema cuando su madre me dijo que era Felipe González.

No sé qué vuelve más rara a la gente si los cómics o la política.

¿Habéis visto cómo están todas las tiendas de rebajas en estas fechas? ¿Todas? ¡No! Un pequeño sector comercial continúa resistiendo al invasor. Para desgracia nuestra, claro.

He asomado la nariz a una tienda de cómics, no fuera a ser que hubiera rebajas del 30% o del 50% y me las estuviera perdiendo. Ya me imaginaba la tienda de bote en bote, llena de ávidos lectores, enloquecidos por la fiebre consumista veraniega. Todo lo contrario, ni una rebaja aparte del suplicado descuento del 10%, y nadie aparte de los tres compradores de siempre, con quienes basta intercambiar un movimiento de cabeza o un gruñido a modo de saludo.

En los comercios textiles, ropa que no me pondría ni atada, me parece bastante más "ponible" al 40% de descuento. ¿Pero qué pasa con los cómics? Nunca me compraría los cuatrocientos tomos de El lobo solitario y su cachorro, por el montante que suponen, pero póngamelos, señor tendero/editor, rebajados a mitad de precio, y ya verá como me llevo ésos, Alita y hasta Buda.

Así que volví a casa con cero cómics, un chubasquero verde nuevo y la duda de si, con él puesto, parezco Doop o la cosa de pantano.

He dicho "invasión" porque ¡mirad el tamaño de esta Enid que me han regalado! Es preciosa, ¿verdad? Viene con un garrote cavernícola, una pistola futurista y la famosa máscara de látex azul (la del cómic). ¡Casi me hacen pagar otro billete para subirla al tren!

Esta Enid Hi-Fashion Glamour Doll está diseñada por Clowes y realizada por Natham Cabrera. Es para niños mayores de 3 años (¡qué suerte la mía!) Un adhesivo advierte que el moñaco quizás no se mantenga en equilibrio por el peso de la cabeza, ¡como Barbie con sus tetazas a lo Luba!  Por cierto, la caja es una auténtica maravilla. Aquí: la moñaca, la caja y un botellín de San Miguel.

Venía tranquilamente en el tren leyendo El Jueves cuando me encuentro la historieta de Lalo Kubala, la de Palmiro Capón… Conste que leo con mucho agrado estas historias slaisoflaif. Lleva unas semanas rememorando su comunión, que casi casi da para tanto como las bodas de Canaan. Esta semana tocaba el tema de los regalos de comunión. Todos los comulgados hemos recibido las típicas birrias. A partir de entonces es cuando dejamos de creer, a ver si con suerte, no nos regalan nada más. Mi mayor birria fue un albúm de fotos en cuya portada, al pulsar un botón, se iluminaban un ángel, un pastorcillo ¡¡y dos ovejas!!.

A lo que iba, resulta que Palmiro Capón recibió como regalo ¡¡unos libros de Los Cinco!!, a quienes define como "cuatro mojeteros metomentodo y su perro aficionados a la resolución de misterios, y que hacían las delicias de los lectores más moñas". 

¿Cómo que lectores moñas? ¡Con lo que me gustaban esos libros! Pero pero pero si son ¡el colmo del underground!

Palmiro, ¡te mereces todos tus regalos de comunión y hasta los míos!