La desidia, el engorroso trabajo diario, arrollar viejas impunemente con el coche de la autoescuela, este extraño agosto que parece obra del villanesco Capitán Frío y la más absoluta vagancia me impiden disfrutar plenamente de esta temporada de Who wants to be a superhero? Eso y que este año está siendo bastante aburrido a pesar de que el programa cuenta con más medios técnicos y la estupenda caracterización de unos villanos muy persistentes y tan cachondos como el Mamporrero de la anterior edición. Lo que ocurre, como en todas las segundas partes de cualquier reality, es que los concursantes vienen resabiados la edición anterior y, perdida la naturalidad, todas las actuaciones superheroicas parecen meras poses y ellos simples actores. La ingenuidad con la que ignoraban al prójimo necesitado el año pasado o las desastrosas pruebas no tienen cabida este año.
Unos concursantes son más lloricas, otros más piadosos, otros taxativos, pero todos, absolutamente todos, son asquerosamente heroicos. Y los malditos superhéroes bondadosos terminan aburriendo. Pero ya les cazará Stan Lee. Menudo es. Nada se escapa a ese viejito en apariencia afable pero ¡¡mplacable! en la búsqueda del superhéroe definitivo. Ahí es nada….